Pareciera que siempre ha sido así, pero cuenta la leyenda, que antes no teníamos prisa.
Ya les he platicado que soy de esas mujeres (y mamás) todólogas, que hacemos varios trabajos remunerados y no remunerados a la vez. Cuando me preguntan a qué me dedico prefiero generalizar o dar solo una de las respuestas. Y eso me pasa desde mucho antes de ser mamá.
Entonces la prisa es algo que conozco bien. El trabajo bajo presión se me da y aunque parezca bueno, no siempre es lo mejor porque a veces acabamos haciendo todo menos lo que queremos.
¿Por qué tocar el tema de la prisa hoy? Porque justamente de eso he estado leyendo un poco y reflexionando un mucho.
Siempre tenemos prisa. Y lo pluralizo porque siento que no soy solo yo, todos los que me rodean tienen prisa.
Yo soy relajada y facilmente puedo cambiar de planes o «no hacer nada». Pero siempre es entre comillas. Si un paciente cancela su sesión aprovecho para enviar correos, hacer de cenar, bañar al bebé chilaquil, hablar con alguien por teléfono, o todas las anteriores.
Pero eso no me parecería digno de analizarse si me resulta funcional. Lo que me ha tenido pensando es que la prisa se las pasamos a nuestros hijos. Ya ven que ellos aprenden lo que ven y que luego (en algún momento) quieren ser como nosotros somos.
En el embarazo muchas mamás esperan con ansias saber qué será su bebé y después ya no aguantan más por ver su rostro. Esto es normal (creo), pero a mi no me pasó. Creo que a mi me ganaba la comodidad de la barriga y me gustaba saber que me quedaba poquito tiempo de decidir mi día, soy egoísta, o lo suficientemente egoísta, porque siento que en el embarazo me dediqué a aprovechar esa «soledad».
La cosa es que desde ahí, empieza la prisa.
Nace el bebé y esperamos que gane peso, rápido. Después que sostenga la cabeza, que empiece a balbucear, luego sentarse, gatear, caminar, comer, comer solo y así un sin fin de actividades que para cuando tienen uno o dos años han cumplido con tanto requisito que ya se enrolaron en nuestra dinámica de prisa.
No me malinterpreten, no es que quiera dejarlos sin estímulo, sin ningún tipo de enseñanza o modelaje. No le veo nada de malo a orientarlos, pero si me llama la atención la prisa que tenemos.
Claro que entiendo que el que vayan cumpliendo con lo que les pedimos nos da paz. Si levanta la cabeza, si gatea, si camina. Estamos tranquilos, está sano.
Pero en el camino a veces se nos olvida disfrutarlos.
A veces se nos olvida que son tan pocos los días que son recién nacidos, tan pocos los meses que quieren estar en tus brazos todo el tiempo, tan poco el tiempo que van a vivir en tu casa, que te van a contar todo, que te van a ver como lo máximo en su vida, su modelo a seguir.
Es importante entonces acordarnos de eso, al menos una vez por día. En mi caso lo aplico en el peor momento, pero a cada quién le funcionará diferente.
No es que todos los días sean caóticos, pero prácticamente a diario hay momentos de descontrol. Si trabajas fuera de casa porque al llegar lo que quieres es disfrutarlos, pero acabas teniendo que cumplir con la rutina y se te va el disfrute muy rápido.
Prisa
Y para quienes estamos todo el día en casa intentamos establecer rutinas, horarios, objetivos. Porque si no el día se nos sale de las manos y acabamos en pijama a las 8 de la noche (pero la del día anterior). Ese intento, acaba igual.
Prisa
Y la otra cosa que a todas nos pasa es que nada nunca sale como lo planeamos. Es complicado de aceptar, pero entre más pronto lo hacemos más fácil entender que nuestros tiempos, nuestros deseos y nuestras prisas no tienen nada que ver con sus necesidades. Esas son más simples.
Conforme pongamos objetivos y temporalidades realistas podremos cumplir con las metas del día, los meses, los años, de manera más sencilla.
Recordar que así como es bien importante darnos un tiempo para nosotras y pensar en nuestras necesidades, es importantísimo recordar que ellos están creciendo muy rápido y aprendiéndolo todo de nosotros.
Por lo general a los 13 o 14 años ya no hay manera de convencerlos de que tenemos la razón o de que somos más divertidos que cualquier otra persona. Así que si lo pensamos, tenemos poco tiempo para disfrutar y mucho más para continuar con nuestras prisas.
Si podemos intentar hacer pausas, aunque sea una, a diario. Les estaremos enseñando a respirar, lento, profundo. A tomarse tiempo libre, a sonreír por nada. A entender que se vale desordenar, bailar sin motivo, cantar desafinado y comer pan.
Es uno de los mejores regalos que podemos darles, tiempo, y lo mejor es dárselos completo, aunque sean unos minutos al día, sirve desconectarnos de la mente adulta y disfrutar.
Descalzos, despeinados, completamente dedicados a ellos.
Como les decía, a mi me funciona en los malos momentos. Cuando empiezo a agobiarme porque no he podido bañarme, o lavar platos, o responder un correo, o cualquiera de las miles de cosas que tengo en mi lista de pendientes urgentes. Me pongo un poco de mal humor y en cuanto me doy cuenta hago pausa. Me alejo tantito, respiro y recuerdo.
Es un momento.
Nada más necesito un momento para reconectarme con esta idea que tengo muy clara en mi mente. El tiempo pasa rápido y el nunca va a volver a ser bebé.
Y listo. Se me pasa y ese momento del día, generalmente es mi favorito.
Le hago cosquillas o le bailo o canto alguna canción inventada en el momento. No importa lo que haga cada uno de ustedes, disfruten, eso es lo importante.
Y dejen la prisa guardada, que siempre encuentra la forma de volver.
Gracias por leer.
Ilustración de pinterest
Ese es mi proposito dejar la prisa, a veces muy dificil lograrlo, pero esa es mi intencion! Parar, respirar y disfrutar el momento =)
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todóloga multifuncional, pero sí, es bueno respirar y pausarse, disfrutar de las pequeñas cosas de nuestro entorno o las grandes cosas de la naturaleza, como el crecimiento del chilaquilito… y es bueno enseñarle a chilaquilito a observar, escuchar, pausarse y vivir el momento. 🙂 abrazotes
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