Al compás del corazón

2e9a26a5538c0053a4276d6b7255ae65

La naturaleza es sabia y nuestro cuerpo es una máquina perfecta que funciona sin necesidad de que hagamos mucho. Damos por hecho todo lo que tenemos y es hasta que falla que notamos su importancia. De ahí lo que quisiera compartirles hoy y también de ahí la imagen que no es más que mi forma (medio abstracta tal vez) de invitarlos a escuchar a su corazón, esa voz interior, románticamente llamada corazón.

No me refiero a ese que late mientras estamos vivos, sino a esa voz atrevida que nos lleva a emprender aventuras y a arriesgarnos, esa misma vocecita que nos avisa cuando algo anda mal y muchas veces decidimos ignorar. Hay que escucharnos.

Hoy me preguntaron a qué van mis pacientes cuando piden una consulta conmigo, y aunque es verdad que los motivos son muchos, pudiera simplificarlo así: van a buscar el camino hacia su propia voz.

¿Que si lo encuentran? No siempre.

Algunos nunca la han escuchado, otros no saben que existe, otros le tienen mucho miedo. Pero la gran mayoría de nosotros de vez en cuando escuchamos esa vocecita cuando nos enfermamos.

El cuerpo, como parte de su perfección, se encarga de avisarnos cuando las cosas andan mal.

Si la vocecita (alma/corazón) lleva tiempo intentando comunicarse con nosotros y no le hemos hecho caso ahí es cuando llega la enfermedad a gritar un poquito más fuerte. Porque podemos sentirnos bien, pero ante la enfermedad tenemos que hacer pausa y estar un ratito a solas, en silencio, escuchando esa melodía. Y permítanme decirles que la mayor parte del tiempo, es una canción medio amarga, porque tardamos en ponerle atención.

El corazón nos brinda oportunidades hermosas, de conectarnos con las demás personas, de atrevernos, de crecer. Pero también es el encargado de ubicarnos en la realidad y a eso siempre le sacamos la vuelta.

No estoy diciendo con todo esto que cada enfermedad es voluntaria o que aquellas personas súper conectadas consigo mismas jamás se enferman. Lo que si, es que se enferman distinto.Y todo esto viene a mi mente (y corazón y dedos) porque llevo las últimas veinticuatro horas monitoreándole la tempreatura a mi hijo.

Sube y baja, sube y baja. Y así empieza, el caminito de su voz diciéndole cosas (y a mi también), y el caminito de esa relación sagrada que va a tener con su cuerpo durante toda su vida.

Nuestro cuerpo es un reflejo de quien somos.

Por eso, aunque mi blog hable de crianza, es inevitable no hablar de mi trabajo, de la imagen corporal y de cómo nos afecta tanto cuando le ponemos mute a la música que sale desde nuestros adentros.

Hay que sintonizarnos con nosotros mismos. Nos tome un año, o diez o toda la vida.

De lo contrario les puedo asegurar que van a gastar mucho más en médicos de lo que imaginan y además se la van a pasar bailando a des tiempo. Llegando tarde a los momentos clave de su propia historia. Porque aunque la historia que nos venden pareciera demostrarnos lo contrario, no estamos aquí para competir con nadie, estamos aquí para bailar y sonreír (o lo que es lo mismo, ser felices).

Así que hoy, en honor a la fiebre que va y viene los invito a dedicarse unos minutos, en silencio y escuchar qué les dice esa voz. Si les duele algo (físico o emocional) suéltenlo y si no se va, pues habrá que repetir el ejercicio las veces que sea necesario.

Enfermarse no es malo, lo malo es ser enfermos, identificarnos con la enfermedad y ya no soltarla.

Si vamos a estar aquí por tiempo limitado qué mejor regalo podemos darnos que confiar en nosotros y en esa máquina perfecta que nos guía, con ritmo constante, hacia donde nos toca estar. Y si nuestros hijos crecen viendo eso, seguramente les será mucho más fácil escucharse sin miedo a bailar.

Como siempre, gracias por leer.

*ilustración de crystalsheahethcote

2 comentarios en “Al compás del corazón

Deja un comentario