De repente

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La vida tiene formas de llevarnos a lugares que nos empujan a crecer. Se las arregla para arrastrarnos hacia donde necesitamos y se encarga de ser clara, pero a veces no escuchamos.

Pasa que de repente te sorprendes siendo alguien que no conoces, haciendo cosas que tu no hacías, descuidando lo que antes te importaba tanto.  Se siente raro.

Ese no reconocerse es algo muy frecuente en la maternidad. Pasa el parto, va pasando el posparto y vas sintiéndote bien, vas teniendo un nuevo ritmo, pero a la vez te vas dando de cuenta de que no te encuentras por ningún lado.

Te pierdes.

Pierdes a la que eras y es extraño. No sientes un vacío, no siempre. Pero sientes que no eres tu y toma cierto tiempo hacer las pases con esa idea para ateverte a conocer a la nueva inquilina de tu cuerpo.

¿Quién vive ahora dentro de ti?

Pasa que cuando te das cuenta de esto empiezas a trabajar un poco en entenderlo. Empiezas a reclamar espacios al menos dentro de tu cuerpo, empiezas a buscar guías, manuales que te enseñen por dónde hay que ir.

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El camino del cambio es solitario porque requiere mucha reflexión, pero sobre todo, es solitario porque nadie puede hacerlo por ti.

Nadie puede sentir lo que tu, llorar lo que tu o disfrutar lo que tu. Así que por más manuales que busques lo que mejor funciona es encontrar la vía que te lleve a conectarte contigo.

Pero con esa nueva que aún nadie te ha venido a presentar.

Raro, aún muy raro.

Avanzas un poco en la reconexión, aceptas los cambios que el cuerpo te presenta, eres buena contigo y vas un poco más allá, te escuchas, confías en ti misma y te das oportunidad de respirar, de pausar.

Una vez que haces las paces con la idea de ser quien eres ahora y co habitar con esta nueva persona que llego a tu cascarón es cuando empieza el nuevo camino. Trabajas en ti.

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Por más que lo planees pasa de repente, te encuentras ocupada pero en ti. Ya no estás volcada todo el tiempo en otros.

Sigues cumpliendo con los requisitos que tu misma estableciste pero ya te das permiso de hacer pausas. Sigues sabiéndote responsable de dirigir una orquesta pero no te olvidas de afinarte primero a ti.

Vas entendiendo que el cambio es inevitable y dejas de luchar, estás ahora menos cansada y se te nota.

Pasa así, de repente, que los demás que están a tu lado, la gente que convive contigo lo nota. Te ven distinta.

Vas a encontrarte con personas que te admiren por quererte y otras a quienes les cueste mucho trabajo entenderlo. Ambas cosas están bien sobretodo porque tu estás ocupada dirigiendo la orquesta que toca una música importante para ti.

Cada quién lleva un ritmo diferente y eso está bien.

Pasa entonces que hay días muy buenos, en ese concierto que ofreces para ti. Pero también pasa que llegan momentos en que todos desafinan, que unas cuerdas se rompen y las partituras se mojan con la lluvia.

Adivina qué, eso pasa, de repente y también está bien.

El concierto va llevándote con distintos ritmos hacia donde tu vas descubriendo que quieres ir. Porque ahora sabes que tienes muchas respuestas que aún no aparecen, pero sigues trabajando para que puedan resonar.

Pasa así, de repente, que creces, que floreces.

Y se siente bien.

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Gracias siempre por leer.

*Ilustraciones de pinterest.

 

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