Un nuevo reflejo

self esteem

No es secreto el hecho de que todas (o casi todas) las mujeres vivimos preocupadas por nuestra imagen o al menos ocupadas de vernos de cierta forma. Tenemos dentro de nuestra mente una imagen perfecta de cómo deberíamos vernos, tan perfecta como irreal y muchas veces inalcanzable.

Así vamos por la vida aprendiendo a aceptarnos, a veces por las buenas y la mayoría de las veces por las malas. Vamos agarrándole amor a las formas redondas o planas, cuadradas o aguaditas que tenemos. Y, en el mejor de los casos, llegamos a los veintitantos queriéndonos y sabiendo cómo nos vemos mejor, qué ropa nos ayuda, qué cortes nos favorecen.

Luego nos embarazamos.

Y empieza una nueva historia de nosotras y nuestro cuerpo. Ya sea que estés acostumbrada a cuidar mucho tu alimentación o bien que comas lo que se te antoja y te resignes a no ser talla cero. El embarazo llega y te mueve el piso, en muchos sentidos. Pero el sentido físico es el más evidente.

La primera etapa para muchas mujeres es terrible pues no pueden comer casi nada. Los achaques las hacen sentirse tan mal que les resulta casi increíble creer que un día las náuseas desaparecerán.

En ese sentido yo fui una chilaquilera feliz, no tuve ningún problema. No achaques, si acaso un poco menos de apetito. Pero comía con gusto, como siempre.

La cuestión es que hasta la mitad del embarazo más o menos, aún no «se nota«, pero tampoco te ves igual que antes. Así que pasas por muchos comentarios incómodos sobre la «gordura».

Casi siempre ya entrando al quinto mes es que empieza a saltar la pancita o babybump y las embarazadas empezamos a buscar la ropa más reveladora porque por fin llegó el día en que queremos mostrar la barriga orgullosas.

Claro que nadie nos platica que además de barriga, engorda la pierna, se hinchan las manos, los pies.

Total que ahí vas con la ruleta de hormonas, antojos a veces raros y a veces no tanto y al menos en mi caso inicia un conflicto con los outfits.

Cuando empecé a enloquecer cada mañana por no saber qué ponerme fui a comprar un poco de salud mental disfrazada de pantalones skinny, con elástico en la panza. Y funcionó. Volví a sentirme «yo». Y esa sensación de buscarnos a nosotras mismas creo que empieza desde ese momento y ya no vuelve a irse.

Como que desde que gestamos a un nuevo ser se nos pierde un pedacito de identidad y andamos por ahí buscando amor propio, o cosas que nos definen, o algo que nos recuerde quiénes éramos y que ahí sigue guardada en algún recóndito lugar esa partecita de individualidad que sacrificamos para obtener a los bebés pachoncitos y balbuceadores.

Pues bien, ya teniendo ropa cool de maternidad las cosas mejoran. Y digo cool, porque aunque mucha gente con las mejores intenciones te digan que uses otras cosas que son cómodas, me disculpan, pero vestirnos con batas que nos hacen parecer piñata ha quedado y debería quedar por siempre en modas del pasado. Uno está embarazada, no en egorda desmedida, ni en afán de verse sin forma.

Ahora bien, ya para el último mes ahí si el parecer piñata a veces acaba valiéndonos por completo. Ahí ya la comodidad es muy poca, tenemos menos capacidad de movimiento, más hambre y claro que si, más miedo.

Luego llega el parto.

Maravilla de la naturaleza que de un momento a otro nos deja desinfladas (un poco) y con los brazos listos para abrazar y abrazar y abrazar y abrazar.

Nos convertimos en maquinitas que dan amor, y nos aparece el olfato animal porque nos la pasamos oliendo al retoño recién salido.

Pues bueno la desinflada no es tanta, uno queda con una barriga generalmente parecida, al menos, a la que teníamos a la mitad del embarazo y claro, más flácida.

Entre la lactancia, los desvelos, el hambre, al menos a mi me pasó que no me preocupaba tanto por la barriga y si más por satisfacer las necesidades del bebé chilaquil y lograr dormir.

Pero siempre hay momentos en que te ves al espejo y no te reconoces.

¿Esa quién es?

¿La ojera soy yo, o es un adorno temporal? ¿Ya me voy a ver así para siempre? ¿Hasta cuándo voy a usar mis pantalones de maternidad que de repente ya no se ven tan cool?

¿Cómo es esto de volver a ser yo? Ahí va de nuevo la búsqueda interminable.

El enfrentarnos a esa nueva imagen en el espejo nos recuerda que no somos ni seremos las mismas. Pero es importante saber que eso no es algo malo. Somos el resultado de un proceso complejo, física y emocionalmente hablando. Somos fuertes, capaces de dar vida pero también frágiles y necesitamos apapachar a ese cuerpo que acaba de librar una batalla sin igual.

Ningún embarazo será igual a otro. Ningún parto. Ningún cuerpo quedará igual.

Pero puede quedar mejor.

Dependerá del esfuerzo y la disciplina que tengamos. De la genética, de la edad. De la alimentación y el ejercicio. Del estrés.

Dependerá de qué tan importante es para nosotros «vernos igual» o «vernos bien», pero siempre funcionará mejor, desde mi punto de vista, si nos esforzamos por estar fuertes y saludables.

Entonces las invito a todas, embarazadas, recién paridas o incluso si tuvieron a sus hijos hace años a ir al espejo más grande que tengan (y si no tienen ninguno grande, cómprenlo o vayan a una tienda a ver su reflejo). Búsquense ahí, en esa imagen. Si les cuesta encontrarse, es normal, es un proceso y lleva tiempo. Pero les aseguro que ahí están todas las versiones de ustedes mismas, incluso las futuras.

Siéntanse orgullosas de cómo se ven. Gordas o flacas. Busquen estar fuertes y felices. Generalmente en esa búsqueda alcanzarán un peso saludable y mientras tanto si se sienten poco guapas, nada que un par de nuevos pantalones no pueda arreglar.

¡Gracias por leer!

Ilustración de Mar Hernández *Malota*

¿Plan de parto?

Siguiendo con el tema de la barriga (porque me parece más lógico ir relatando mi experiencia de forma cronológica), una vez que la novedad ya pasó y la noticia ya está bien digerida, vienen muchas otras cosas.

Mucha planeación.

El primer tema es el doctor.

Si ya tienes un ginecólogo de cabecera, genial. Pero si te tienes que dar a la tarea de buscarlo te encuentras con que cada amiga te va a recomendar el suyo, todas te dirán que es el mejor, que lo aman, que te lo súper recomiendan. ¿Pero será el mejor para ti? En mi caso tuve la fortuna de tener tío ginecólogo, que me conoce muy bien y me mandó con el doctor que mejor me iba, uno igual de relajado que el papá chilaquil y yo. Además nos dio la consigna de confiar y escucharlo. Ya después tocaremos el tema de las pacientes rebeldes, pero el caso es que desde la primera cita nos quedamos cómodos ahí y así fue durante todo el embarazo.

El tema médico da para mucho de qué hablar, porque hay muchos buenos pero también malos doctores. Si no tienes a alguien que te aconseje, lo mejor será que te des la vuelta con varios hasta que te sientas cómoda y que desde el principio tengas bien claro si la forma en que el doctor trabaja va con tu filosofía y tus intenciones.

Junto con el doctor aparecen otros temas, estudios de laboratorio, vacunas o no vacunas, ejercicio o no ejercicio, parto o cesárea, qué dieta seguir.

Muchas dudas.

Hay personas que están en contra de todas las medicinas e intervenciones “innecesarias”, yo no me considero en contra de casi nada, pero tampoco soy fan de estarme medicando sin necesidad. A mi me tocó seguir consejos muy fáciles y no me vacuné en todo el embarazo, nada más tomé primero ácido fólico y después vitaminas prenatales. Revisiones mensuales y una sola vez exámenes de laboratorio.

Acá se hacen un “eco anatómico” y otro 4D, cosa que nosotros no hicimos y así estuvimos muy cómodos. Como todo es decisión de cada quién y si eso da más tranquilidad o ayuda, adelante. Claro que he sabido de casos en los que gracias a eso se realizaron operaciones exitosas a tiempo, no es que esté en contra, pero somos papás confiados, tal vez.

El tema del parto y/o cesárea da para libros enteros, no nada más un post, y por más que lo iremos desmenuzando por acá, pues igual que en todo mi posición era, entre más natural se pueda mejor, pero no estoy en contra de las cesáreas necesarias y como confío en mi doctor estaba lista para lo que se necesitara.

Teniendo todo eso “claro”, ya me tocaba leer, ver mi panza crecer y mis tatuajes estirarse, cuidarme, descansar. Casi todos los viernes me ponía a ver “Un parto por minuto” en el discovery home & health, junto a papá chilquil. Si no lo han visto, es un programa grabado en Londres donde pasan varias historias de partos a la vez, algunas se complican, otras son muy sencillas, pero si te dan más o menos una idea de qué tan variado, pesado o padre puede ser el parto. Como una ruleta rusa.Entre que veía eso y películas y leía fui descubriendo que existe el llamado “Plan de parto”.

¿Plan?

Ya con esa palabra me interesaba, yo amo los planes. Cuadritos, libretitas, calendarios. Me sonaba emocionante.

Ya leyendo al respecto fui entendiendo que existe la opción de redactar tu plan de parto y llevarla al hospital al que vayas a parir. Ahí especificas todo, desde si quieres o no anestesia, episiotomía, edema. Si quieres que te dejen a tu hijo contigo, si quieres usar tu ropa o la del hospital, si quieres libertad de movimiento, etc. Quiénes son los médicos autorizados, todito como tu lo quieras. Llegas al hospital y lo entregas y como va firmadito tienen que respetártelo.

Suena muy bien y por supuesto que estoy a favor de, en los lugares en que aplique.

En México, o al menos en Monterrey, donde la cesárea electiva estadísticamente supera por mucho a los partos, eso no es tan viable, o al menos no tan común. Seguramente existen casos de gente que llega con su plan de parto y se lo respetan. Existen doulas y centros donde dan cursos prenatales excelentes y sé de muchos casos de partos en casa exitosos. Pero ese no fue mi plan ni mi decisión. Optamos por un parto en hospital y nos sentimos muy cómodos.

Ese es solo nuestro caso, no es que yo esté en contra del parto humanizado, ni de los partos en casa, ni de no intervenir con medicamentos, ni tampoco de quién decide programar su cesarea, yo respeto cada decisión. Solamente para mi me parecía mejor esa opción.

Pero no me iba a quedar sin mi plan, entonces planeé lo previo al parto, que era lo que sentía que podía controlar mejor.

¿Qué hice?

Enfocarme en mi salud. Física y emocional.

La prioridad fue comer bien y seguir en movimiento. Ya llevaba más de un año entrenando al menos 3 veces por semana y trate de continuar así, como mínimo, a partir de la semana 12. Después intenté los días que no entrenaba ir a caminar a diario y sentí que me funcionó muy bien.

No puedo asegurar que mis trabajo de parto tan corto se debió a eso, pero si he leído que influye en mucho la actividad física y estado de salud en general para tener un mejor parto. Cada que llegaba con el doctor me felicitaba y me decía que se notaba la diferencia de otras pacientes que ya para el último trimestre batallan para respirar.

Y tampoco crean que fue porque no aumenté de peso, porque subí 13 kgs. En la alimentación me limité muy poco, trataba de comer lo más sano posible en casa pero todo lo que se me antojara cuando salía lo comía.

Lo primordial es tomar ustedes las decisiones, en pareja y estando bien informados. Cada vez existen más opciones, cursos maravillosos, libros, grupos de apoyo, clases prenatales. Lo importante es encontrar lo que se ajusta sus necesidades y disfrutar el proceso ya sea la primera vez o la tercera, siempre hay que buscarle el sabor al camino que se recorre y tener claro que los planes no siempre salen como los escribimos. Y para la salud emocional, siempre rodearse de gente que te haga sentir bien. Los grupos que tenemos van cambiando pero lo importante es sentirnos apoyadas, sea virtual o presencialmente. La barriga es algo que dura poco y qué mejor que disfrutarlo mucho. Si están embarazadas, a planear y ya me cuentan qué tal les va.

¿Y ahora qué?

Esa pregunta aparece mágicamente en nuestras mentes desde que confirmamos que seremos madres, o bueno, desde que algo cambia por completo en tu vida, pero en este caso, ese «algo» es la maternidad.

¿Ahora qué tengo qué hacer? ¿qué no debo hacer? ¿por dónde me voy? Tantas preguntas que pasan a mil por hora en nuestras mentes, sin tener la más mínima idea de que esas mismas preguntas van a seguir ahí para siempre.

Si, así de fatalista es la cosa, PARA SIEMP RE.

No necesariamente la onda de no saber qué sigue o no saber qué hacer tiene que ser algo malo, pero cuando somos personas acostumbradas a «saber» a «planear» y queremos controlarlo todo, aprenderlo todo, comprobarlo todo, pues como que se va medio complicando la ecuación.

¿Cómo? ¿No hay una forma de hacerlo bien?

Pues no, no existe el embarazo bien y el embarazo mal, ni el hijo bien ni el hijo mal, ni la vida bien ni la vida mal. Claro que hay ciertos parámetros, digámosles por decirles de alguna forma, que uno puede seguir. Pero fuera de esas generalidades. Estamos ahí frente al mundo de posibilidades. ¡Y éntrale!

Entonces desde ese momento (hace un año y tres meses aproximadamente) en que me entero que voy a ser madre, me adentro en ese preguntarme ¿y ahora qué?

He recibido infinidad de respuestas, pero la realidad es que lo vivido en este corto tiempo me va dando más para preguntar que para responder. Así que este ejercicio de escribir y compartir mi experiencia y mis elecciones en cuanto crianza va más bien de la mano de tanta inquietud que veo llegar a mi vida, a la de tantas amigas recién paridas que me rodean y a muchos de los pacientes que he tenido en mi consultorio que buscan esas fórmulas mágicas que tarde o temprano descubrimos que no funcionan como uno quisiera.

Intentaré organizar los chilaquiles (o la vida, pues, pero puesta en palabra y en cortito) de manera sencilla, haciéndoles categorías que puedan ir separando tanta información que voy acumulando y me gustaría compartir.