Mamá de dos

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ilustración de pinterest

Este post tiene más de tres meses en modo borrador en mi blog. Este blog que pareciera tener tan abandonado, en el que el año pasado publiqué solo 5 veces. Y así me doy cuenta de que ya soy mamá de dos.

De que los olvidos y las prisas ya son parte de mi y que si llego tarde a todos lados no es culpa de nadie sino que este momento de mi vida es así.

Lo asumo, lo acepto y lo vivo como todo. Sabiendo que pasará y que en no mucho tiempo estaré nostálgica leyéndome a mi misma y recordando este momento de silencio, en la oscuridad, en que escribo con mis hijos dormidos.

Mis hijos.

Ahora tengo dos.

Dos personas, únicas y perfectas que salieron desde dentro de mi y se hicieron desde nosotros, sus papás.

Es tan mágica la vida, que a veces se nos olvida porque nos acostumbramos.

Es fácil olvidar lo fantástico cuando estamos rodeados de cosas malas, de malos ratos, de injusticias y enfermedad. Cuando ser pesimista y ser realista parece la misma cosa, lo bueno se nos olvida.

Nos vamos convirtiendo en jueces muy duros de nosotros mismos. No solo las madres, todos. Pero las madres un poco más.

Siempre exigiéndonos y sintiendo que no somos suficiente.

¿Han visto la cara de sus hijos al verlas? Para ellos si somos suficiente y no solo eso, somos perfectas, solo por ser sus madres.

Este post llevaba tres meses en espera porque decidí no presionarme para compartirles cómo es que me convertí en mamá de nuevo. Cómo viví un parto hermoso, cómo fue cada momento y cómo me volví a enamorar de unos ojos grandes y sonrientes desde el primer momento.

Decidí no presionarme y sobretodo darme tiempo para conocer a mi bebé, conocer a mi hijo como hermano, a mi marido como nuevo papá y a mi como madre de dos.

Es algo que no imaginé nunca y que tampoco sabía que deseaba hasta que un día fue así.

Ser mamá de dos no es igual que ser mamá de uno, no es mejor ni peor pero es distinto.

Ser mamá de dos te regala nuevas culpas, si, esas que nos encantan a las mujeres porque si no fuera suficientemente difícil ser mujer, nos ponemos esas metas inalcanzables de ser también súper mamás y cuando llega el segundo hijo nos sentimos mal con el primero.

Lo estamos dejando de lado. Nos extraña. Lo hicimos sentir mal.

La vida es así, a veces nos deja de lado y a veces nos hace sentir mal. Pero siempre regresa a sorprendernos con la maravilla de lo que podemos sentir, compartir y experimentar.

Quise retomar mi hábito de escribir (en público) para contarles entonces mis impresiones de estos apenas cuatro meses de ser de nuevo mamá.

Estoy feliz

Cansada, desvelada, con el cuerpo reajustándose, la casa sucia, la memoria aún fallándome, mi matrimonio ajustándose, mi trabajo renaciendo, la vida sucediendo y enseñándome cosas.

Y feliz.

Nada nunca nos prepara para ningún hijo. Cada uno llega en momentos distintos, nos encuentra distintas.

A veces más seguras a veces menos. A veces con más compañía y a veces solas. Pero cada uno nos enseña cosas nuevas.

Quise pasar entonces a compartirles eso, este momento de paz nada frecuente pero que me llena el corazón de agradecimiento ya que me reitera que todas esas culpas, todas esas cosas que quisiera hacer a final de cuentas están ahí para motivarme, no para que las consiga.

Las invito a seguir entonces, seas madre de uno, dos, tres o cinco. Sigamos siendo madres sin saberlo todo, sin lograrlo todo pero con las mismas ganas de ser felices que antes de parir.

Como siempre, muchas gracias por leer.

 

 

Saliendo de la zona de confort

leapalessandrogottardo

 

Casi todos tenemos ciertas cosas que nos hacen sentir en paz. Hay gente que necesita movimiento, ruido, mucha actividad y otras personas que lo que quieren es silencio y calma, en todos los sentidos.

Yo tengo una mente que nunca para, hablo mucho, escribo mucho, leo mucho y en mi trabajo también escucho mucho. De ahí que el hecho de trabajar desde casa se me haya acomodado tan bien.

Llevo más de cinco años trabajando la mayor parte de tiempo en mi casa, con mis horarios, en mi espacio y a mi antojo. ¿Suena bien, verdad? La cosa es que cuando vas sintiéndote bien así, luego es difícil salir de ahí.

La maternidad te saca de todo lo que conoces, te sacude y te hace replantearte el mundo, sobretodo porque ese mismo mundo es el que vas a plantearle a tu hijo, desde el ejemplo y eso no es cualquier cosa.

Ya sea que ser mamá haya sido tu meta en la vida o te haya pasado sin planearlo tanto, el suelo se te mueve y eso siempre es bueno. Los cambios la mayor parte del tiempo son duros, pero siempre te enseñan cosas. Ya depende de nosotros cómo tomamos ese aprendizaje y qué tanto lo ponemos en práctica, porque uno puede estudiar mucho pero si no usas los conocimientos, se van.

Les decía entonces, que cuando uno está muy bien y acostumbrado a cierto modo de vida y luego decide cambiar algo la cosa empieza a verse rara. ¿Estará bien? ¿Estará mal? ¿Se vale o no? ¿Y si me equivoco? ¿Y si luego estoy peor? ¿Y si mejor me quedo igual?

Las dudas aparecerán siempre. Y la verdad es que no necesariamente es malo tener una zona segura donde nos sentimos bien. Al contrario. Eso es bueno. Siempre estamos buscando encontrar ese punto, la cosa es que a veces, ya estando ahí queremos más, o bien, descubrimos que lo que tanto queríamos no era tanto eso sino el buscarlo.

Total.

El mensaje es el siguiente:

Si llevas mucho tiempo haciendo lo mismo y te sientes bien con eso, si a diario te levantas y eres feliz con lo que harás, si la idea de transmitirle tu pasión a tus hijos (o cualquier ser querido) te ilusiona. Síguele por ahí, vas muy bien. Todo es perfectible y claro que día a día te puedes esforzar por ir cada vez mejor.

Si, por otro lado, un día empiezas a pensar ¿y si mejor hago…. x? ¿no será que me sentiría mejor haciendo… y? Es entonces cuando, en mi opinión, es buen momento para salir de esa zona de confort. Esa zona que te ha ayudado y servido para aprender, crecer y guiarte por tu camino (que nunca será igual al de nadie más) es la misma que ahora te despide y te dice, hora de cambiar el rumbo. Se vale cambiar.

Ya sea que tengas un sueño clarísimo, que lo andes buscando, que tus hijos te lo despierten, que tus hijos te demuestren que lo que estás haciendo no es lo que quieres o bien que no tengas hijos pero que de repente descubras que todo lo que habías estado haciendo era una preparación para lo siguiente. Aviéntate. Anímate a hacer eso que traes en mente.

Cada decisión que tomamos tiene sus consecuencias, siempre y cuando estemos dispuestos a hacernos responsables de las mismas y con ellas no estemos dañando directamente a nadie el aprendizaje puede ser muy grande y el sentimiento de seguir buscando eso es algo que se transmite y que va a resultar en hijos libres pero con la claridad de que también se vale equivocarse y de todo se aprende.

Si hoy mientras lees esto piensas que te sientes bien como estás pero podrías estar mejor, piensa de qué forma. Si al leerlo tienes clarísimo lo que te falta o lo que quieres sal a buscarlo, haz que suceda.

Por lo pronto por acá seguiré intentando y moviéndome de lugar cada que lo necesite.

Como siempre, gracias por leer.

*ilustración alessandro gottardo

Desaprendiendo

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A mi siempre me ha gustado estudiar. Primero porque creía que era buena para hacerlo, después porque me parecía más entretenido que trabajar y finalmente porque las ganas de aprender no se me quitan nunca.

Pero nunca tuve intención de estudiar sobre crianza. Ni informal ni formalmente. Más bien le sacaba la vuelta.

Toda la teoría que tengo en mi mente respecto al tema fue impartida por maestros en la licenciatura o bien por don internet, casi por accidente o por algún término pegajoso en los correos de baby center que me llegaban mes a mes durante el embarazo.

Intenté sacarle la vuelta a las lecturas sobre crianza porque consideraba que con la poca o mucha información que tenía, más la experiencia como terapeuta infantil bastaba. Creo que para ser padres hay que soltar tantas cosas que en mi caso no iba a ayudar el «saber» más o «saber» mucho.

Intenté y  me resistí lo más que pude.

Pero finalmente he ido dejando que las lecturas lleguen a mi, porque ahí están y porque, creo, una vez que se asume el rol de padre las cosas se vuelven un tanto menos complejas al enfrentarse con la teoría. Ya sabemos o al menos eso creemos, el suelo que estamos pisando.

No es que a mi me sorprenda el tipo de madre que soy, creo que es congruente con mi personalidad. Pero si me sorprende seguido la reacción de los demás:

  • Tienes mucha paciencia
  • ¿No crees que está muy chico para hacerle caso?
  • Sería más fácil si le das menos opciones
  • ¿Y entonces, qué come?
  • ¿Todavía no habla? Enséñalo
  • ¿Come con las manos?
  • Esque ya sabe que consigue lo que quiere, te está manipulando.
  • Está muy chiquito todavía, no entiende.
  • ¿Y por qué no toma biberón?

Esos son solo algunos ejemplos de los comentarios que recibimos, no solo yo, sino el papá chilaquil y yo bastante seguido. Y claro que también nos comentan cosas positivas como que es un niño feliz, que yo creo que es el mejor cumplido que podemos recibir. La cosa es que ahora que tiene año y medio las cosas van tomando formas distintas y empezamos a tomar decisiones en torno a su futuro.

La vida en México varía mucho dependiendo de en qué ciudad y colonia estés. No es lo mismo una ciudad pequeña a una grande, una colonia céntrica que en las orillas de la ciudad. Y si bien la inseguridad es un tema de relevancia nacional existen ciertos lugares «más inseguros» que otros.

Empezando por ahí, estamos a punto de hacer un cambio radical, optando por una colonia cerrada y «lejana» a diferencia de donde vivíamos desde años atrás. Pero de nuevo la importancia de continuar por la misma línea de crianza por la que hemos ido caminando desde que el bebé chilaquil nació.

Queremos que corra, libre, o al menos lo más libre que pueda y por lo pronto sus opciones son:

a) Correr al rededor de la casa siendo perseguido por el perro (que es actualmente una de sus actividades favoritas)

b) Correr en el porche (segunda actividad favorita)

Podemos ir al parque por las tardes-noches pero siempre con precauciones distintas a las que, en teoría, tendríamos en la nueva colonia, puesto que en donde vivimos actualmente la situación no ha estado de lo más tranquila, por decirlo de alguna forma.

Entonces si empezamos por ahí, por respetarle su derecho a correr… Pues la mudanza suena como buena opción y si a eso le sumamos LA elección de su futura escuela, cerramos con broche de oro y estamos empacando.

LA ELECCIÓN va con mayúscula porque es otro tema que podremos detallar en otro post pero que finalmente refleja el tipo de crianza que quieres que tu hijo tenga, dentro y fuera de casa.

Somos fieles creyentes de que la base educativa se da en casa, que no podemos delegar esa importantísima tarea a una institución y además esperar que nos adivinen cómo queremos que la hagan. Pero también, al comprometernos a hacer nuestra parte como padres, pedimos una escuela donde el primer paso sea el respeto a las diferencias de cada niño y de ahí en delante que se les brinden espacios para desarrollarse en distintas líneas dentro de un ambiente amable y divertido.

Suena muy bonito, pero la realidad es que la mayoría de las escuelas que cuentan con esas características son carísimas o bien están saturadas y no tienen capacidad para aceptar más alumnos.

Como decía, el tema de la escuela y las decisiones que tomamos los padres al respecto da para un post más detallado. El día de hoy quería contarles del cambio de vida que estamos por enfrentar y cómo nos ha ido enseñando a desaprender, por más que a la mamá chilaquil le guste estudiar.

No hay teoría ni libro suficiente para soltar.

Hay que jugar con ellos, caernos con ellos, llorar con ellos, brincar con ellos, descubrir con ellos y guiarlos, claro, pero después de haberles brindado esos espacios. Son momentos pequeños que marcan sus vidas y hacen toda la diferencia en su futuro.

Así que con las decisiones que hemos ido tomando respecto a su crianza, su educación, su entorno, sus mascotas, su alimentación, sus rabietas y todo lo que implica acompañarlo mientras crece nos hemos ido dando cuenta de que este camino que al principio parecía tortuoso y a los 18 meses parece físicamente muy cansado no es más que un sube y baja en el que la clave radica en darlo todo, todo el tiempo, sabiendo que lo malo pasa y lo bueno dura muy poco.

Desaprendamos pues, todo aquello que creíamos saber.

Si como padres no tienen ninguna formación previa respecto a crianza, a establecimiento de límites, a desarrollo emocional, evolutivo, motriz, claro que les recomiendo leer y mucho, hay muchas cosas importantes y valiosas. Pero si como yo, les dio por leer desde antes, guarden esos libros un rato, léanle cuentos a su hijo, o léanse una novela, ya que el hijo se quede dormido. Disfruten, saboreen, tómense un momento y vívanlo, por hoy.

Si hoy fue un mal día, sepan que mañana puede ser mucho mejor y lo están haciendo lo mejor que pueden.

Si hoy fue un buen día, felicidades, lo están haciendo lo mejor que puedes.

No hay nada mejor que soltar y dejar que la vida nos lleve a desaprenderlo todo.

Como siempre, gracias por leer.

*ilustración de pinterest

 

¿Será que estoy haciendo algo mal?

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Seguramente han visto por la red circulando imágenes de supermamás, súper poderes que solo las mamás tenemos, etc. Nos hace sentir bien que nuestras capacidades sean vistas como algo extraordinario y sobretodo que se nos reconozca que lo que hacemos no es cualquier cosa.

El problema es que no siempre cumplimos con todo lo que se supone que las mamás hacen y ahí empieza la guerra interna.

De por si las mujeres vamos creciendo con muchas ideas impuestas (o autoimpuestas) que para el caso es lo mismo porque no es como que todas nuestras ideas son nuevecitas, casi todas están en nuestra cabeza por lo que vemos, escuchamos, mamamos de los demás (en un sentido figurado y literal). Ya para cuando iniciamos la vida escolar vamos teniendo muchos “requisitos” con que cumplir y cuando llegamos a ser mamás la cosa se complica mucho más.

Si antes habíamos tenido que cumplir con “vernos bien”, ser estudiantes, empleadas o al menos “trabajadoras”, ser amas de casa o tener conocimiento básico de los quehaceres domésticos ahora se van agregando requisitos. Desde el embarazo vamos teniendo que saber sobre anatomía, psicología, irnos informando sobre el parto, lactancia y preparación básica para EL momento. Lista de cosas que necesita el bebé, nosotras como mamás, tacto y prudencia para todo quien nos rodee (porque claro, no es responsabilidad de los demás respetarnos, si nosotras queríamos hijos nosotras habremos de aprender cómo sobrellevar a todos los opinólogos), habremos de ir aprendiendo primeros auxilios (que incluso hay cursos), afinar nuestros conocimientos de administración porque los gastos aumentan, saber cocinar mejor (y saludable, que no se nos ocurra hacer cosas golosas). En general, tenemos que saber organizarnos.

A mi siempre me ha gustado hacer planes, listas, cuadritos, horarios. Pero cuando tengo que cumplir con lo que puse en esas listas me cuesta un poco más. Y desde que soy mamá me cuesta un muchísimo más.

Hay días en que no llego a la regadera, o que de plano no alcancé a hacer la comida, o que se me olvida pagar algo o llamar a alguien, etc.

Algo tengo que estar haciendo mal, es lo que se me ocurre siempre.

Veo mamás guapísimas (generalmente las no tan guapísimas no me causan tanto conflicto yo creo) que al parecer nacieron para ser mamás, no se despeinan, a ellas no se les cae el cabello a puños después de parir. Salen del hospital con su ropa pre-parto y sus músculos siguen tonificados. Encuentran tiempo para hacer ejercicio, cocinar, amamantar (sin dolor), total… Me demuestran que algo estoy haciendo mal.

Cuando eso pasa, tengo un mal día o malas semanas. Lo cual se traduce en un poco más de caos y muchos intentos por reorganizarme. Ahí es cuando empiezo a buscar tips.

Siempre he sido multitasker, siempre he hecho muchas cosas a la vez, incluso años antes de que se me ocurriera que si quería ser mamá. Siempre tengo varios trabajos a la vez, estudio algo por gusto, intento una nueva receta, trato de leer varias cosas, etc., etc., etc.

Pero desde que soy mamá, nunca es suficiente. Me descubro con esa sensación de que me estoy equivocando en algo. Y creo que no soy la única.

La mayoría de mis amigas con bebés me cuentan que se sienten igual.

Incluso las que se ven guapas, siguen teniendo mucho cabello y les queda su ropa pre-parto (si, tengo de esas amigas a las que si ves por la calle con su bebé, radiantes, te da un poquito de coraje), hasta ellas me cuentan que todos sus esfuerzos no se sienten como suficientes.

Entonces me pregunto ¿qué estamos haciendo mal?

Y como siempre, investigo.

La mayoría de la información “confiable” indica que a las multitaskers nos funcionaría mejor organizar pendientes, priorizar e ir de una a una cumpliendo con cada tarea. Seguiríamos haciendo muchas cosas pero ya no a la vez.

Se trataría de romper vicios, porque estamos acostumbradas a amamantar chateando, cocinar porteando, ejercitarnos arrullando al hijo, hablar por facetime con amigas mientras nos pintamos las uñas, ver una película mientras platicamos con el marido y de nuevo un largo etcétera.

Entonces, al menos a mi, la idea de hacer solamente una cosa a la vez me da un poquito de estrés. Siento como si estoy desperdiciando el tiempo.

Los hechos dicen lo contrario, que lo optimizamos y logramos acabar con más cosas. Lo he intentado y si funciona. Para fines prácticos. Para fines emocionales me ha caído bastante mal esa estrategia. Siento que no soy yo.

Así que acabo recayendo cual adicta y me encuentro a los pocos días intentando hacer todo a la vez. Claro que no lo consigo, de nuevo la vida se ve caótica, pero me siento mejor, más en mi elemento.

¿Qué les recomiendo entonces?

No tanto es cambiar la estrategia que utilizamos para cumplir con nuestros enemil pendientes. Sino cambiar los estándares de exigencia de los que partimos.

No somos heroínas por ser todólogas. No somos supermamás por hacerlo todo pronto y vernos bien mientras lo hacemos.

Al menos yo me siento supermamá cuando el bebé chilaquil sonríe. O cuando me voy y me dice adiós sin angustiarse. O cuando gatea a velocidad turbo. O cuando se golpea y se le pasa rápido el susto. O cuando la pediatra nos felicita.

Ahí se me olvida si ya subí 3 kgs. Si la casa está sucia, si el perro no se ha bañado. Si llevo meses sin entrenar, si comimos mal esta semana o si de las veinte cosas que antes podía hacer bien ahora me salen cinco.

Eso me funciona mucho mejor que las listas, los cuadritos y tanta información categorizada. Como diría mi papá, hay que bajarle tres rayitas.

Al nivel de exigencia personal, a las expectativas que tenemos de nuestros hijos, a la casa perfecta que queremos tener.

Y no porque no debamos esperar cosas de los hijos o quererles enseñar mucho. Sino porque si nos enfocamos en estar felices y que ellos sean felices lo demás va ir llegando por añadidura. Claro, con estructura y siguiendo el curso de desarrollo que les vaya tocando. Pero sin exigir demasiado de nadie porque todos somos distintos.

Seguiremos siendo todólogas (y los papás todólogos porque también hacen circo, maroma y teatro por reclamar ese lugar tan importante que les corresponde en la vida de sus hijos) pero si vamos teniendo claro que no tenemos que cumplir con tanta cosa, todo va a fluir de mejor forma.

Recordemos que los estándares de supermamá en los que nos basamos son muy parecidos (por no decir iguales) a los estándares irreales de belleza que acaban llevando a la sociedad entera a estar enferma y caer en los extremos. Busquemos equilibrar nuestra vida lo más posible y sobretodo disfrutar los momentos que tenemos, saborear esta etapa que dura poco y que nos da mucho.

¡Gracias por leer!

ilustración de pinterest*

Botiquín para el alma

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A veces las cosas salen mal. O al menos no salen como esperábamos, como queríamos, como nos las imaginábamos. Es parte de la vida, nos pasa a todos. Se vale tener malos días. Pero de repente se van complicando y se convierten en malas semanas, malas rachas. Y uno se va perdiendo.

Con la maternidad es común que empiecen las dudas ¿qué estoy haciendo mal? ¿por qué llora? ¿por qué se enferma? ¿por qué no duerme más horas seguidas? Y si a eso sumamos las pocas horas de sueño y los consejos contradictorios de tantas personas, acabamos dudando de todas nuestras capacidades.

¿Le habré puesto sal a la comida? ¿Mandé el correo? ¿Adjunté el archivo? ¿Le di la medicina? ¿Ya lo cambié? ¿A qué hora se durmió?

Total que si nos descuidamos es muy fácil hundir la cabeza en la almohada y llorar. O bueno, también lloramos viendo la televisión, o en la regadera. Lloramos a veces cuando llegamos con una amiga o cuando alguien nos habla para ver cómo estamos.

Es normal.

Pero nadie nos dice eso.

Si acaso nos dicen que es normal sentirse mal al principio. ¿Pero si ya creció?

También, sigue siendo normal. Son momentos.

La cosa es vivirlos, digerirlos y dejarlos pasar.

Si nos estacionamos en la duda y la culpa perpetua las cosas se pueden complicar, mucho. Deja de ser un sentimiento pasajero para complicarlo todo. La relación de pareja, la relación con la familia, la relación laboral. Pasa de ser un «me siento cansada» o «me siento triste» a un «todo me sale mal».

Es curioso, tenemos a nuestro lado esos pequeños seres indefensos y muchas veces felices, pero con el llanto melódico se nos olvida esa felicidad muy fácil. Se nos olvida que tenemos muchas cosas que están saliendo bien. Se nos olvida que lo estamos haciendo lo mejor que podemos.

Por eso son necesarias las pausas. Es necesario el apoyo. De quien esté ahí para nosotr@s. En mi caso sin el papá chilaquil ya estaría yo con ojeras hasta el suelo y con la locura desbordando sin poder ejercer mi profesión. Igual sin mis amigas que me contestan los mensajes en las madrugadas, que me echan porras y me dicen que lo estoy haciendo bien. Y claro que toda la familia que ve al bebé chilaquil y me dice que está muy bien, que es un niño feliz.

Ahí si se nos olvida que nos sentíamos mal y vamos como pavo real por el mundo. Aunque sea por un ratito.

La cosa es recordar más seguido que todo lo que viene y nos cae encima de repente, así igual, de repente, se irá. Recordar que se vale tener un mal día, hasta nos hacen valorar los buenos.

A veces los niños no quieren comer, no quieren dormir, tienen ganas de llorar. A veces el dinero no alcanza, la ropa no nos queda, el cabello se nos ve mal. Pero todo es momentáneo y si nos estacionamos en esa emoción negativa, el momento se alarga por mucho tiempo.

Para esos momentos es muy recomendable tener un plan de emergencia más o menos estructurado:

  • Atuendo o atuendos favoritos: Lo siento pero si no sentimos bonito al vernos al espejo la cosa se va poniendo peor. Maquillaje incluido, para quienes les guste, como a mi.
  • Amigas de mucha confianza a las que puedas contarles todo, en cualquier momento, con toda sinceridad. No tienen que ser muchas, conforme envejecemos la lista se reduce, pero las que se quedan valen muchísimo la pena.
  • Música feliz: Ahí si que depende del gusto de cada quién, pero debemos saber qué música nos pone de buenas.
  • Comida apapachadora: De preferencia hecha por nosotras mismas, pero si de plano la situación anímica no se presta o no les gusta cocinar, hay que tener identificado el restaurante de nuestra preferencia y el platillo que amamos. En mi caso, obviamente, son los chilaquiles.
  • Calma: Todo pasa, así que tenemos que enfocarnos en pensar eso cuando nos sentimos muy mal, desahogarnos y pensar en que pronto ya no nos sentiremos así.
  • Algo que haga felices a nuestros hijos: Sea un juguete, la abuelita, el parque, las caricaturas, la mascota. Lo que sepas que lo(s) pone de buenas, porque el hecho de que estén tranquilos a nosotras nos quita mucho la intranquilidad.

Como siempre no hay fórmula infalible. No todas tienen que hacer eso y no siempre les va a funcionar lo que yo hago. Pero lo que si es cierto es que es buenísimo estar preparadas para todo, así que pueden verlo como tener un botiquín para el alma, traten de que sean frascos medianos porque seguro lo van a usar más de una vez.

¡Gracias por leer!

*imagen de pinterest.com