Desaprendiendo

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A mi siempre me ha gustado estudiar. Primero porque creía que era buena para hacerlo, después porque me parecía más entretenido que trabajar y finalmente porque las ganas de aprender no se me quitan nunca.

Pero nunca tuve intención de estudiar sobre crianza. Ni informal ni formalmente. Más bien le sacaba la vuelta.

Toda la teoría que tengo en mi mente respecto al tema fue impartida por maestros en la licenciatura o bien por don internet, casi por accidente o por algún término pegajoso en los correos de baby center que me llegaban mes a mes durante el embarazo.

Intenté sacarle la vuelta a las lecturas sobre crianza porque consideraba que con la poca o mucha información que tenía, más la experiencia como terapeuta infantil bastaba. Creo que para ser padres hay que soltar tantas cosas que en mi caso no iba a ayudar el «saber» más o «saber» mucho.

Intenté y  me resistí lo más que pude.

Pero finalmente he ido dejando que las lecturas lleguen a mi, porque ahí están y porque, creo, una vez que se asume el rol de padre las cosas se vuelven un tanto menos complejas al enfrentarse con la teoría. Ya sabemos o al menos eso creemos, el suelo que estamos pisando.

No es que a mi me sorprenda el tipo de madre que soy, creo que es congruente con mi personalidad. Pero si me sorprende seguido la reacción de los demás:

  • Tienes mucha paciencia
  • ¿No crees que está muy chico para hacerle caso?
  • Sería más fácil si le das menos opciones
  • ¿Y entonces, qué come?
  • ¿Todavía no habla? Enséñalo
  • ¿Come con las manos?
  • Esque ya sabe que consigue lo que quiere, te está manipulando.
  • Está muy chiquito todavía, no entiende.
  • ¿Y por qué no toma biberón?

Esos son solo algunos ejemplos de los comentarios que recibimos, no solo yo, sino el papá chilaquil y yo bastante seguido. Y claro que también nos comentan cosas positivas como que es un niño feliz, que yo creo que es el mejor cumplido que podemos recibir. La cosa es que ahora que tiene año y medio las cosas van tomando formas distintas y empezamos a tomar decisiones en torno a su futuro.

La vida en México varía mucho dependiendo de en qué ciudad y colonia estés. No es lo mismo una ciudad pequeña a una grande, una colonia céntrica que en las orillas de la ciudad. Y si bien la inseguridad es un tema de relevancia nacional existen ciertos lugares «más inseguros» que otros.

Empezando por ahí, estamos a punto de hacer un cambio radical, optando por una colonia cerrada y «lejana» a diferencia de donde vivíamos desde años atrás. Pero de nuevo la importancia de continuar por la misma línea de crianza por la que hemos ido caminando desde que el bebé chilaquil nació.

Queremos que corra, libre, o al menos lo más libre que pueda y por lo pronto sus opciones son:

a) Correr al rededor de la casa siendo perseguido por el perro (que es actualmente una de sus actividades favoritas)

b) Correr en el porche (segunda actividad favorita)

Podemos ir al parque por las tardes-noches pero siempre con precauciones distintas a las que, en teoría, tendríamos en la nueva colonia, puesto que en donde vivimos actualmente la situación no ha estado de lo más tranquila, por decirlo de alguna forma.

Entonces si empezamos por ahí, por respetarle su derecho a correr… Pues la mudanza suena como buena opción y si a eso le sumamos LA elección de su futura escuela, cerramos con broche de oro y estamos empacando.

LA ELECCIÓN va con mayúscula porque es otro tema que podremos detallar en otro post pero que finalmente refleja el tipo de crianza que quieres que tu hijo tenga, dentro y fuera de casa.

Somos fieles creyentes de que la base educativa se da en casa, que no podemos delegar esa importantísima tarea a una institución y además esperar que nos adivinen cómo queremos que la hagan. Pero también, al comprometernos a hacer nuestra parte como padres, pedimos una escuela donde el primer paso sea el respeto a las diferencias de cada niño y de ahí en delante que se les brinden espacios para desarrollarse en distintas líneas dentro de un ambiente amable y divertido.

Suena muy bonito, pero la realidad es que la mayoría de las escuelas que cuentan con esas características son carísimas o bien están saturadas y no tienen capacidad para aceptar más alumnos.

Como decía, el tema de la escuela y las decisiones que tomamos los padres al respecto da para un post más detallado. El día de hoy quería contarles del cambio de vida que estamos por enfrentar y cómo nos ha ido enseñando a desaprender, por más que a la mamá chilaquil le guste estudiar.

No hay teoría ni libro suficiente para soltar.

Hay que jugar con ellos, caernos con ellos, llorar con ellos, brincar con ellos, descubrir con ellos y guiarlos, claro, pero después de haberles brindado esos espacios. Son momentos pequeños que marcan sus vidas y hacen toda la diferencia en su futuro.

Así que con las decisiones que hemos ido tomando respecto a su crianza, su educación, su entorno, sus mascotas, su alimentación, sus rabietas y todo lo que implica acompañarlo mientras crece nos hemos ido dando cuenta de que este camino que al principio parecía tortuoso y a los 18 meses parece físicamente muy cansado no es más que un sube y baja en el que la clave radica en darlo todo, todo el tiempo, sabiendo que lo malo pasa y lo bueno dura muy poco.

Desaprendamos pues, todo aquello que creíamos saber.

Si como padres no tienen ninguna formación previa respecto a crianza, a establecimiento de límites, a desarrollo emocional, evolutivo, motriz, claro que les recomiendo leer y mucho, hay muchas cosas importantes y valiosas. Pero si como yo, les dio por leer desde antes, guarden esos libros un rato, léanle cuentos a su hijo, o léanse una novela, ya que el hijo se quede dormido. Disfruten, saboreen, tómense un momento y vívanlo, por hoy.

Si hoy fue un mal día, sepan que mañana puede ser mucho mejor y lo están haciendo lo mejor que pueden.

Si hoy fue un buen día, felicidades, lo están haciendo lo mejor que puedes.

No hay nada mejor que soltar y dejar que la vida nos lleve a desaprenderlo todo.

Como siempre, gracias por leer.

*ilustración de pinterest

 

A campo traviesa

Antes de ser papás la decoración nunca fue lo más importante para nosotros. Todo muy simple y neutro, sin mucho color. Como que a mi me gusta un poco más pero para el papá chilaquil da igual, entonces el punto medio era siempre simple. Cuando llegó la hora de «decorar» el cuarto del bebé pasó igual, todo grisáceo, todo lineal, sencillo. Cabe destacar que hacer un cuarto de bebé sin dibujos fue todo un reto. Y lo logramos.

A pesar de eso, las cosas fueron cambiando poco a poco, a un año de que nació, lo neutro se convirtió en esto:

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Fiesta de color

Cuando se cree que se sabe algo de crianza la idea de la sobre-estimulación no es grata. Tratamos de evitar tanto color. Queremos que el espacio donde el bebé descanse sea calmado, lo invite a estar tranquilo.

No contamos con que el bebé viene sin ganas de descansar. Con muchas (muchas) energías y con gusto por los colores también.

Además de que la mercadotecnia pega y no se puede ir esquivando por siempre lo colorido. Estaría la opción de poner el piso todo negro, pero el no tiene ninguna culpa de la mamá con pasado punkie y presente de punk de clóset.

Así que llegamos al año con la fiesta de colores y con un hijo que puede estarse moviendo todo el día (salvo una o dos siestas de 30 min a 1 hora).

El desarrollo motriz del bebé chilaquil empezó de forma regular, luego se fue medio alentando, y digo medio porque cada bebé tiene su tiempo, pero en todos lados se suponía que debía girarse a cierto tiempo y el seguía muy agusto sin hacerlo.

Fuimos a un par de sesiones de «estimulación», no tanto por estimularlo, sino que la mamá anda siempre buscando pretextos para salir y con eso de que los primeros meses yo cargaba con un circo, pues las cosas del bebé me daban menos pena de llegar con maleta.

La encargada de la estimulación fue explicándonos que todo iba en orden y que poco a poco iría el haciendo lo que le tocaba hacer, cuando estuviera listo.

Cosa que ya sabíamos pero hasta que no pagas porque te lo digan funciona ¿no?

Total que hasta por ahí de los 7 meses le dieron ganas de sentarse solo solito. Desde antes ya se sostenía sentado, pero si nosotros lo sentábamos. Y ya al rededor de los siete dijo, aquí les voy.

Desde que se sostuvo sucumbí a los encantos del dichoso corral, no le llega al bendito trapo en lo maravilloso, pero le pisa los talones en la carrera.

Créanme que me costó mucho aceptar en mis adentros que sería fan del corral.

¿Tener a mi hijo ahí en un cuadrito encarcelado? ¿Yo?

Pues si

Me bañaba segura de que no se descalabraba, comía con dos manos. Bueno, una chulada. Está nuestra historia antes y después del corral (que por cierto seguimos usando pero cada vez por menos minutos).

Así fue la cosa hasta que decidió su cuerpo que estaba listo para gatear, empezó en la cama, muy cerca de los 8 meses (de los giros la verdad no recuerdo la edad).

Empezó a gatear y no ha parado. Es ahora un experto gateador, fan del gateo y defensor de sus beneficios a toda costa, con sus rodillas negras que no lo dejan mentir, tállele con lo que le talle, nadie le quitará su trofeo.

La gateada nos ha ido dando cada vez más sustos y a el más felicidad y más independencia.

Primero gateaba lento, si lo ponía en un tapete gateaba de ida y vuelta por ahí y listo. Poco a poco fue explorando más afuera, más afuera y más afuera hasta que llegó el día en que entendí que mi nueva actividad base era perseguirlo.

Siento como si los primeros 6 meses di pecho todo el día y los segundos 6 lo perseguí. Claro, no exactos porque di pecho más de 6 y no gateó a los 6, pero así lo siento.

Pudiera escribir muchísimo sobre el gateo, es buenísimo y la mayoría de los bebés gatean si se les permite. También es importante mencionarles que personalmente no somos partidarios de los andadores, ni jumperoos, ni nada que los mantenga en posiciones que no son las naturales. La intención es dejarlos desarrollarse libremente (siempre bajo supervisión y siempre respaldándonos con opiniones que nos dan tranquilidad, en este caso, su pediatra).

Como siempre, respetamos todas las opiniones bien fundamentadas y que no pongan en peligro a sus bebés. Cada quién va haciendo lo que mejor puede y lo hace con mucho amor.

Volviendo al tema, a partir de la gateada nos despedimos de los zapatos.

De por si, el bebé chilaquil usaba zapatos mientras iba en el carro, porque para cuando llegábamos a nuestro destino siempre llegaba con uno solo.

Pues a partir de la gateada, menos los quiso, y ya investigándole pues resulta que andar descalzos es bueno, les ayuda en mucho, a conocer el mundo a través de los pies y también a formar su arco, fortalecer ligamentos, total, pues muy práctico.

Descalzo entonces.

Un poco de críticas al respecto hemos recibido, claro está. Variadas y todas bien intencionadas.

Además de este cambio, está la necesidad de adaptar nuestra casa al bebé.

La verdad esto también da para un post completo, pero en nuestro caso ha sido el tema en el que hemos sido más «irresponsables». No hemos hecho mucha adaptación.

La adaptación ha sido ir tras el todo el tiempo y poner atención siempre a lo que está haciendo. Tenemos un par de protectores de contactos eléctricos y ya.

No tenemos cubre esquinas (que considero muy útiles pero siempre se me olvida comprar), ni rejas que delimitan espacios, ninguna otra cosa que no sean tapetes y esos la verdad lo protegen sobretodo del polvo y los pelos de sus hermanos canino y felino. Porque o una anda detrás del hijo o se pone a limpiar a diario, entonces, se hace lo que se puede.

A pesar de no haber realizado muchas modificaciones creo estar lo suficientemente informada al respecto y por eso trato de no perderlo de vista jamás y si tengo que hacer algo que no me permite ir tras el, vamos a nuestro amigo el corral (que por obvias razones cada vez es menos su amigo).

Tampoco estoy en contra de comprar tanto aditamento y adaptar la casa a ellos. Me parece perfecto sobre todo si les adaptan cosas a su altura y juguetes divertidos. Pero, si me parece buena idea que los niños se vayan adaptando a áreas comunes donde habrá adultos la mayor parte del tiempo y poco a poco vayan familiarizándose con el tema del respeto y las reglas.

Ojo, digo poco a poco, no me refiero a regaños y castigos. Solamente ir explicándoles cómo funcionan los espacios comunes y ya se irá ajustando la realidad de ambas partes.

Pues bien, a partir de los once meses, el bebé chilaquil caminó.

Me cuesta mucho aceptarlo. Tan es así que hasta hace una semana yo seguía diciendo que todavía no lo hacía. Pero ya recibí cátedra aclaratoria y se considera que camina cuando ya da varios pasos solo, suelto, aunque los de medio chuecos.

Entonces fue a los once meses que inició las carreritas. Medio atarantadas, medio de prisa. Pero desde entonces las persecuciones se han vuelto más intensas. Y los golpes, claro está.

Hasta hace poquito seguía prefiriendo gatear por sobre todas las cosas, los últimos 7 días más o menos, ya no está tan seguro. Camina más tiempo, un poco menos tambaleante. Lo disfruta más.

Tenemos un problema con la velocidad que aún no aprende a moderar.

Y digo tenemos porque si corre el, corro yo. Y ni cómo explicarle de otra forma así que se lo digo confiando en que me escuche.

Corremos entonces, muchas veces al día. Cada vez cae mejor, eso sí. Y sigue descalzo.

El último mes hemos tenido más comentarios de que ya camina, entonces ya debe usar zapatos. De nuevo, lo que leo dice lo contrario. Pero sobretodo, él dice lo contrario.

Los zapatos le pesan y le dificultan el movimiento todavía. Así que si acaso los usa es de nuevo, para salir y en cuanto quiere piso, fuera zapatos y calcetines porque con éstos se resbala.

Quise compartirles nuestras experiencias, tratando de sintetizar, porque como siempre me gusta mostrarles la diversidad.

Ningún niño es igual a otro.

Lo sabemos, pero hay momentos en que se nos olvida. Cuando nos preguntan ¿ya se gira? ¿ya se sienta? ¿ya gatea? ¿ya se para? ¿ya camina?

Imagino que seguirá ¿ya brinca? ¿ya corre? y etcétera.

Todos harán cosas distintas en momentos distintos. Y claro que hay niños que no harán algunas cosas.

Lo mismo pasa con el desarrollo del lenguaje e irá pasando con todas las fases del desarrollo, por lo que nos sirve leer otras experiencias, más que para identificarnos, para estar más tranquilas.

Confiar.

Es la tarea más importante y la más difícil que viene en el paquete de la crianza.

A intentar hacerla lo mejor posible, a diario. Y mientras intentamos, hay que correr lo más rápido que podamos porque si no, a veces llegan primero ellos que nosotros, aunque sea al piso.

¡Gracias, como siempre, por leer!

*la foto es mia 🙂