A campo traviesa

Antes de ser papás la decoración nunca fue lo más importante para nosotros. Todo muy simple y neutro, sin mucho color. Como que a mi me gusta un poco más pero para el papá chilaquil da igual, entonces el punto medio era siempre simple. Cuando llegó la hora de «decorar» el cuarto del bebé pasó igual, todo grisáceo, todo lineal, sencillo. Cabe destacar que hacer un cuarto de bebé sin dibujos fue todo un reto. Y lo logramos.

A pesar de eso, las cosas fueron cambiando poco a poco, a un año de que nació, lo neutro se convirtió en esto:

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Fiesta de color

Cuando se cree que se sabe algo de crianza la idea de la sobre-estimulación no es grata. Tratamos de evitar tanto color. Queremos que el espacio donde el bebé descanse sea calmado, lo invite a estar tranquilo.

No contamos con que el bebé viene sin ganas de descansar. Con muchas (muchas) energías y con gusto por los colores también.

Además de que la mercadotecnia pega y no se puede ir esquivando por siempre lo colorido. Estaría la opción de poner el piso todo negro, pero el no tiene ninguna culpa de la mamá con pasado punkie y presente de punk de clóset.

Así que llegamos al año con la fiesta de colores y con un hijo que puede estarse moviendo todo el día (salvo una o dos siestas de 30 min a 1 hora).

El desarrollo motriz del bebé chilaquil empezó de forma regular, luego se fue medio alentando, y digo medio porque cada bebé tiene su tiempo, pero en todos lados se suponía que debía girarse a cierto tiempo y el seguía muy agusto sin hacerlo.

Fuimos a un par de sesiones de «estimulación», no tanto por estimularlo, sino que la mamá anda siempre buscando pretextos para salir y con eso de que los primeros meses yo cargaba con un circo, pues las cosas del bebé me daban menos pena de llegar con maleta.

La encargada de la estimulación fue explicándonos que todo iba en orden y que poco a poco iría el haciendo lo que le tocaba hacer, cuando estuviera listo.

Cosa que ya sabíamos pero hasta que no pagas porque te lo digan funciona ¿no?

Total que hasta por ahí de los 7 meses le dieron ganas de sentarse solo solito. Desde antes ya se sostenía sentado, pero si nosotros lo sentábamos. Y ya al rededor de los siete dijo, aquí les voy.

Desde que se sostuvo sucumbí a los encantos del dichoso corral, no le llega al bendito trapo en lo maravilloso, pero le pisa los talones en la carrera.

Créanme que me costó mucho aceptar en mis adentros que sería fan del corral.

¿Tener a mi hijo ahí en un cuadrito encarcelado? ¿Yo?

Pues si

Me bañaba segura de que no se descalabraba, comía con dos manos. Bueno, una chulada. Está nuestra historia antes y después del corral (que por cierto seguimos usando pero cada vez por menos minutos).

Así fue la cosa hasta que decidió su cuerpo que estaba listo para gatear, empezó en la cama, muy cerca de los 8 meses (de los giros la verdad no recuerdo la edad).

Empezó a gatear y no ha parado. Es ahora un experto gateador, fan del gateo y defensor de sus beneficios a toda costa, con sus rodillas negras que no lo dejan mentir, tállele con lo que le talle, nadie le quitará su trofeo.

La gateada nos ha ido dando cada vez más sustos y a el más felicidad y más independencia.

Primero gateaba lento, si lo ponía en un tapete gateaba de ida y vuelta por ahí y listo. Poco a poco fue explorando más afuera, más afuera y más afuera hasta que llegó el día en que entendí que mi nueva actividad base era perseguirlo.

Siento como si los primeros 6 meses di pecho todo el día y los segundos 6 lo perseguí. Claro, no exactos porque di pecho más de 6 y no gateó a los 6, pero así lo siento.

Pudiera escribir muchísimo sobre el gateo, es buenísimo y la mayoría de los bebés gatean si se les permite. También es importante mencionarles que personalmente no somos partidarios de los andadores, ni jumperoos, ni nada que los mantenga en posiciones que no son las naturales. La intención es dejarlos desarrollarse libremente (siempre bajo supervisión y siempre respaldándonos con opiniones que nos dan tranquilidad, en este caso, su pediatra).

Como siempre, respetamos todas las opiniones bien fundamentadas y que no pongan en peligro a sus bebés. Cada quién va haciendo lo que mejor puede y lo hace con mucho amor.

Volviendo al tema, a partir de la gateada nos despedimos de los zapatos.

De por si, el bebé chilaquil usaba zapatos mientras iba en el carro, porque para cuando llegábamos a nuestro destino siempre llegaba con uno solo.

Pues a partir de la gateada, menos los quiso, y ya investigándole pues resulta que andar descalzos es bueno, les ayuda en mucho, a conocer el mundo a través de los pies y también a formar su arco, fortalecer ligamentos, total, pues muy práctico.

Descalzo entonces.

Un poco de críticas al respecto hemos recibido, claro está. Variadas y todas bien intencionadas.

Además de este cambio, está la necesidad de adaptar nuestra casa al bebé.

La verdad esto también da para un post completo, pero en nuestro caso ha sido el tema en el que hemos sido más «irresponsables». No hemos hecho mucha adaptación.

La adaptación ha sido ir tras el todo el tiempo y poner atención siempre a lo que está haciendo. Tenemos un par de protectores de contactos eléctricos y ya.

No tenemos cubre esquinas (que considero muy útiles pero siempre se me olvida comprar), ni rejas que delimitan espacios, ninguna otra cosa que no sean tapetes y esos la verdad lo protegen sobretodo del polvo y los pelos de sus hermanos canino y felino. Porque o una anda detrás del hijo o se pone a limpiar a diario, entonces, se hace lo que se puede.

A pesar de no haber realizado muchas modificaciones creo estar lo suficientemente informada al respecto y por eso trato de no perderlo de vista jamás y si tengo que hacer algo que no me permite ir tras el, vamos a nuestro amigo el corral (que por obvias razones cada vez es menos su amigo).

Tampoco estoy en contra de comprar tanto aditamento y adaptar la casa a ellos. Me parece perfecto sobre todo si les adaptan cosas a su altura y juguetes divertidos. Pero, si me parece buena idea que los niños se vayan adaptando a áreas comunes donde habrá adultos la mayor parte del tiempo y poco a poco vayan familiarizándose con el tema del respeto y las reglas.

Ojo, digo poco a poco, no me refiero a regaños y castigos. Solamente ir explicándoles cómo funcionan los espacios comunes y ya se irá ajustando la realidad de ambas partes.

Pues bien, a partir de los once meses, el bebé chilaquil caminó.

Me cuesta mucho aceptarlo. Tan es así que hasta hace una semana yo seguía diciendo que todavía no lo hacía. Pero ya recibí cátedra aclaratoria y se considera que camina cuando ya da varios pasos solo, suelto, aunque los de medio chuecos.

Entonces fue a los once meses que inició las carreritas. Medio atarantadas, medio de prisa. Pero desde entonces las persecuciones se han vuelto más intensas. Y los golpes, claro está.

Hasta hace poquito seguía prefiriendo gatear por sobre todas las cosas, los últimos 7 días más o menos, ya no está tan seguro. Camina más tiempo, un poco menos tambaleante. Lo disfruta más.

Tenemos un problema con la velocidad que aún no aprende a moderar.

Y digo tenemos porque si corre el, corro yo. Y ni cómo explicarle de otra forma así que se lo digo confiando en que me escuche.

Corremos entonces, muchas veces al día. Cada vez cae mejor, eso sí. Y sigue descalzo.

El último mes hemos tenido más comentarios de que ya camina, entonces ya debe usar zapatos. De nuevo, lo que leo dice lo contrario. Pero sobretodo, él dice lo contrario.

Los zapatos le pesan y le dificultan el movimiento todavía. Así que si acaso los usa es de nuevo, para salir y en cuanto quiere piso, fuera zapatos y calcetines porque con éstos se resbala.

Quise compartirles nuestras experiencias, tratando de sintetizar, porque como siempre me gusta mostrarles la diversidad.

Ningún niño es igual a otro.

Lo sabemos, pero hay momentos en que se nos olvida. Cuando nos preguntan ¿ya se gira? ¿ya se sienta? ¿ya gatea? ¿ya se para? ¿ya camina?

Imagino que seguirá ¿ya brinca? ¿ya corre? y etcétera.

Todos harán cosas distintas en momentos distintos. Y claro que hay niños que no harán algunas cosas.

Lo mismo pasa con el desarrollo del lenguaje e irá pasando con todas las fases del desarrollo, por lo que nos sirve leer otras experiencias, más que para identificarnos, para estar más tranquilas.

Confiar.

Es la tarea más importante y la más difícil que viene en el paquete de la crianza.

A intentar hacerla lo mejor posible, a diario. Y mientras intentamos, hay que correr lo más rápido que podamos porque si no, a veces llegan primero ellos que nosotros, aunque sea al piso.

¡Gracias, como siempre, por leer!

*la foto es mia 🙂

A comer…

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Creo que a todos los papás nos da ilusión que llegue el día en que nuestros hijos puedan comer algo además de la leche. Porque aunque sea tan maravillosa como ya hemos platicado, conforme van creciendo van interesándose por la comida que ven, al vernos comer quieren tocar y probarlo todo. Así que cuando llega EL día de darles de comer casi siempre estamos emocionados.

¿Fruta? ¿Verdura? ¿Cereal?

¿A los 4? ¿5? ¿6 meses?

Como todo en la nueva vida de papás, son decisiones que tenemos que tomar, basándonos en lo que nos de la gana, básicamente. ¿Y por qué digo eso y no basándonos en lo que dice la evidencia científica? Pues porque resulta que la evidencia científica dice de todo.

Creo que es el tema del que más he podido quejarme desde que nació el bebé chilaquil. ¿Por qué no están de acuerdo todos los pediatras del mundo en la forma en que se deben alimentar los bebés?

Se le llama ablactación a la incorporación de alimentos que vamos haciendo con los bebés (aunque curiosamente la real academia española opina que no es una palabra, pero bueno, así se le dice).

Y si, la OMS y las asociaciones de pediatría de cada país tienen manuales dedicados a esto. Pero si ustedes toman 10 amig@s que tengan hijos y les preguntan cómo iniciaron la alimentación de sus hij@s seguramente obtendrán de 8 a 10 respuestas diferentes.

Cada pediatra opina distinto.

Están los que continúan indicando jugos desde pequeños, después cereales y después frutas, verduras y carnes, todo de jalón e iniciando a los 4 meses aprox. Están los que indican que todo junto salvo algunas excepciones, nunca papillas y hasta que el bebé muestre señales de que está listo. Y la gran mayoría indican papillas pero la forma de irlas introduciendo varía mucho.

Que si dales verdura primero porque si les das fruta luego ya no quieren lo salado.

Que si dales cereal primero para que duerman mejor.

Que si retrasar la incorporación de ciertos alimentos «alergenos» es contraproducente porque en vez de ayudar empeora la situación y luego los haces más susceptibles.

Igual que en todo lo que les comparto aquí, les platico como nos está yendo a nosotros ahora que el bebé chilaquil está próximo a cumplir sus 10 meses.

Reto número 1: La gente y sus comentarios (todavía y por lo que veo así seguirá siendo con todos los temas por siempre de los siempres)

Les cuento como antecedente que yo fui alérgica a muchas cosas, desde los 6 meses de edad como hasta los 21 años, o bueno algunas cosas fueron quitándose y otras tardaron más. Pero la mayoría de mis alergias eran a alimentos (además de jabones, polvo, polen, etc).

Total que habiendo antecedentes de alergias en la familia la introducción de alimentos va haciéndose un poco más lenta que con niños en cuyas familias no existen antecedentes. Al menos esa es mi creencia y la pediatra con quien vamos la apoya.

Empezamos hasta los 6 meses. Igual porque la literatura en la que decidimos confiar así lo indica y nuestra pediatra lo avala. Ya se sostenía sentado, ya estaba interesado y ya había perdido el reflejo de extrusión (osea ya no sacaba de su boca todo lo que se ponía ahí).

Antes de iniciar leí (como de costumbre) varias cosas al respecto y además de escuchar las indicaciones de la pediatra fui con una nutrióloga experta en el tema, que da cursos sobre ablactación.

Una vez informados, decidimos lo que nos dio la gana, es decir, lo más fácil: plátano.

No fue aquella cosa maravillosa, si acaso comió un poco. Pero ahí fuimos poco a poco día tras día hasta que fue aceptándolo, igual con las demás cosas. Iniciamos con 3 días de cada alimento y solo unas probadas y después subiendo la frecuencia.

Para no hacerles el cuento largo, como al mes de iniciar el bebé chilaquil se llenó de ronchas. Una urticaria, pero de esas que si ves al niño de lejos le sacas la vuelta porque crees que tiene algo contagioso de seguro.

Hicimos pausa con las papillas, cambiamos el jabón, la crema, etc. Y tardó unos 10 días en volver a la normalidad.

Y de nuevo a iniciar, alimento por alimento, ahora por 5 días.

De ahí en delante, vamos «retrasados». Y lo pongo entre comillas porque a mi me parece que no hay prisa de que coma todo ya. Porque toda la vida va a poder comer lo que quiera (o casi). Porque el está feliz con su chayote y sus mangos.

Pero ahí es donde viene la gente a preguntarme que por qué no le doy gerber, que por qué no le doy galletas, que por qué no le pongo sal, si está bien desabrido así. Que por qué no le echo cereal al biberón, que por qué no ha probado equis cosa. Así la larga interminable.

¿Por qué? No lo sé.

Porque optamos por ser cuidadosos. Porque somos miedosos. Porque somos flojos. Todas las anteriores.

Lo que sé es que a diario come, muchas veces, muchas cosas.

Que cuando algo no le gusta, no lo obligo. Que no hago blw, o «alimentación autorregulada» es decir que no le doy todo en trozos, porque no quiero estar angustiada mientras lo veo comer. Pero claro que le doy pedazos de todo y lo dejo tocar todo y lo cambio mil veces al día porque es libre de embarrarse todo lo que quiera.

Si, todo lo que quiera.

Estamos contentos porque el se ve contento mientras come y cuando algo no le gusta nos lo hace saber, claramente.

Así que vamos «lento» según la percepción de algunas personas.

Seguramente al año no va a comer «de todo» como la mayoría de los niños. Pero cada vez comerá más cosas y poco a poco irá comiendo como nosotros. Que es lo que en realidad me parece más importante.

La idea es que vayan comiendo de todo lo que tu comes. No de todo lo que hay en el mundo. Por eso siempre me pregunto ¿por qué tendrán que comer habas, ternera, alubias? Si son cosas que nunca van a comer en su casa.

Y obvio, no TIENEN que comerlas, pero volvemos a las recomendaciones pediátricas, se vuelven curiosas, intrigan.

Se pueden escribir mil cosas, hay grupos en facebook dedicados a esto y si entran a los que son de BLW (Baby lead weaning) descubrirán que según quienes siguen al pie de la letra esta técnica, no se puede ir de papilla a sólido porque es peligroso y entonces te metes en mil problemas.

Ya saben que a mi no me gusta ningún extremo entonces yo lo que intento es guiarme por lo que él me pide, lo que tengo en casa y si, lo que dice su pediatra.

Porque si decidí llevarlo con la pediatra y le pago mes a mes por su consulta, también decido hacerle caso.

Si ustedes han decidido optar por la medicina alternativa, o evitar las consultas con el pediatra salvo que sea necesario o bien sus bebés serán vegetarianos o veganos, están en todo su derecho y es muy bueno que tengan claro el camino a seguir. Nosotros nos informamos y seguimos ese camino orientado por su médico, a menos, claro, que algo no nos cuadre, ahí ya veremos.

Las papillas se hacen siempre en casa, con fruta y verdura lo más fresca posible y por lo general las hago el mismo día.

Porque me gusta y porque puedo.

No le damos alimentos procesados/empaquetados porque no hay necesidad. Pero no quiere decir que estamos en contra de que la gente lo haga si no tiene otra opción. La queja va en contra de criar a nuestros hijos sin pensar en lo que estamos haciendo. Pero claro que es respetable la decisión que tomen, solo les recomendaría informarse y buscar la mejor opción.

Hoy en día tenemos mucha información y muchas facilidades. Incluso pueden hacerse las papillas de toda la semana y congelarse, en nuestro caso usamos mason jars como los de la foto (que saqué de pinterest porque no he tomado ninguna) y nos funcionan muy bien para cuando salimos y para cuando congelamos.

La idea es que el camino de la alimentación empiece de la mejor forma con nuestros hij@s, que no se vuelva un terreno atropellado y complejo desde sus inicios y que en el futuro los haga personas felices que puedan disfrutar lo que comen y todo lo social que la comida trae consigo.

Diviértanse experimentando con sus hij@s, prueben su comida, embárrense juntos y recuerden que el tiempo pasa rápido así que en vez de preocuparse porque no comen lo suficiente o porque queda todo sucio ocúpense de saborear las primeras veces de cada alimento que jamás vuelven.

¡Gracias por leer!

Botiquín para el alma

bad day

A veces las cosas salen mal. O al menos no salen como esperábamos, como queríamos, como nos las imaginábamos. Es parte de la vida, nos pasa a todos. Se vale tener malos días. Pero de repente se van complicando y se convierten en malas semanas, malas rachas. Y uno se va perdiendo.

Con la maternidad es común que empiecen las dudas ¿qué estoy haciendo mal? ¿por qué llora? ¿por qué se enferma? ¿por qué no duerme más horas seguidas? Y si a eso sumamos las pocas horas de sueño y los consejos contradictorios de tantas personas, acabamos dudando de todas nuestras capacidades.

¿Le habré puesto sal a la comida? ¿Mandé el correo? ¿Adjunté el archivo? ¿Le di la medicina? ¿Ya lo cambié? ¿A qué hora se durmió?

Total que si nos descuidamos es muy fácil hundir la cabeza en la almohada y llorar. O bueno, también lloramos viendo la televisión, o en la regadera. Lloramos a veces cuando llegamos con una amiga o cuando alguien nos habla para ver cómo estamos.

Es normal.

Pero nadie nos dice eso.

Si acaso nos dicen que es normal sentirse mal al principio. ¿Pero si ya creció?

También, sigue siendo normal. Son momentos.

La cosa es vivirlos, digerirlos y dejarlos pasar.

Si nos estacionamos en la duda y la culpa perpetua las cosas se pueden complicar, mucho. Deja de ser un sentimiento pasajero para complicarlo todo. La relación de pareja, la relación con la familia, la relación laboral. Pasa de ser un «me siento cansada» o «me siento triste» a un «todo me sale mal».

Es curioso, tenemos a nuestro lado esos pequeños seres indefensos y muchas veces felices, pero con el llanto melódico se nos olvida esa felicidad muy fácil. Se nos olvida que tenemos muchas cosas que están saliendo bien. Se nos olvida que lo estamos haciendo lo mejor que podemos.

Por eso son necesarias las pausas. Es necesario el apoyo. De quien esté ahí para nosotr@s. En mi caso sin el papá chilaquil ya estaría yo con ojeras hasta el suelo y con la locura desbordando sin poder ejercer mi profesión. Igual sin mis amigas que me contestan los mensajes en las madrugadas, que me echan porras y me dicen que lo estoy haciendo bien. Y claro que toda la familia que ve al bebé chilaquil y me dice que está muy bien, que es un niño feliz.

Ahí si se nos olvida que nos sentíamos mal y vamos como pavo real por el mundo. Aunque sea por un ratito.

La cosa es recordar más seguido que todo lo que viene y nos cae encima de repente, así igual, de repente, se irá. Recordar que se vale tener un mal día, hasta nos hacen valorar los buenos.

A veces los niños no quieren comer, no quieren dormir, tienen ganas de llorar. A veces el dinero no alcanza, la ropa no nos queda, el cabello se nos ve mal. Pero todo es momentáneo y si nos estacionamos en esa emoción negativa, el momento se alarga por mucho tiempo.

Para esos momentos es muy recomendable tener un plan de emergencia más o menos estructurado:

  • Atuendo o atuendos favoritos: Lo siento pero si no sentimos bonito al vernos al espejo la cosa se va poniendo peor. Maquillaje incluido, para quienes les guste, como a mi.
  • Amigas de mucha confianza a las que puedas contarles todo, en cualquier momento, con toda sinceridad. No tienen que ser muchas, conforme envejecemos la lista se reduce, pero las que se quedan valen muchísimo la pena.
  • Música feliz: Ahí si que depende del gusto de cada quién, pero debemos saber qué música nos pone de buenas.
  • Comida apapachadora: De preferencia hecha por nosotras mismas, pero si de plano la situación anímica no se presta o no les gusta cocinar, hay que tener identificado el restaurante de nuestra preferencia y el platillo que amamos. En mi caso, obviamente, son los chilaquiles.
  • Calma: Todo pasa, así que tenemos que enfocarnos en pensar eso cuando nos sentimos muy mal, desahogarnos y pensar en que pronto ya no nos sentiremos así.
  • Algo que haga felices a nuestros hijos: Sea un juguete, la abuelita, el parque, las caricaturas, la mascota. Lo que sepas que lo(s) pone de buenas, porque el hecho de que estén tranquilos a nosotras nos quita mucho la intranquilidad.

Como siempre no hay fórmula infalible. No todas tienen que hacer eso y no siempre les va a funcionar lo que yo hago. Pero lo que si es cierto es que es buenísimo estar preparadas para todo, así que pueden verlo como tener un botiquín para el alma, traten de que sean frascos medianos porque seguro lo van a usar más de una vez.

¡Gracias por leer!

*imagen de pinterest.com

Qué si y qué no

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Para todos los padres que disfrutan serlo existen momentos de duda. Esta semana he estado leyendo, en diversos lugares, el cómo nadie te habla del lado negativo de la paternidad. En qué consiste la crianza. Que nadie te lo dice hasta que ya estás ahí, cuando no hay vuelta atrás. En muchos casos es cierto, sobretodo porque hasta hace relativamente poco tiempo no existía tanta información y «libertad» para decir lo que queramos.

Así pues la mayoría de los papás llegamos a estrenarnos como tales de forma más o menos accidentada. Pero creo que eso tiene sus cosas buenas también.

En nuestro caso, información previa no nos faltaba. Dada nuestra profesión y el hecho de que yo hubiera trabajado con niños desde antes, además del afán por leer cuanta cosa interesante se me cruza por los ojos, pues nos daba un panorama más o menos realista del futuro: Incertidumbre, dudas, cansancio, desvelos y felicidad.

Suena raro ¿no? Si nos lo pintaran así tal vez el chip de la maternidad no se activaría nunca. Pero esque a pesar de los momentos difíciles sobretodo del inicio viene mucho bueno que no puede ponerse en palabra y ahí está el truco que nos acaba dejando felices a la mayoría de los padres.

Ahora bien, ya que nacen los críos, empieza la información a fluir. Como si la gente se aguantara mucho tiempo las ganas y vienen y te sueltan los secretos de golpe. Y es ahí cuando es muy fácil confundirse, porque todos te aseguran que hay reglas y cuestiones indudables, pero se contradicen.

Para nada pretendo ser guía de padres, ni decirles qué hacer y qué no hacer, pero si me gusta la idea de plantear el panorama de lo que escucho más comunmente, en mi experiencia de terapeuta y como mamá, sobre lo que nos dicen que por ningún motivo podemos hacer, o al revés, lo que claro que por supuesto que tenemos que hacer, por siempre. He aquí el resumen:

  • No lo duermas en brazos (o no lo cargues todo el día) porque lo mal acostumbras, llorar un poco no le hace daño. vs. No lo dejes llorar nunca porque de adulto tendrá muchas inseguridades.
  • Dale chupón, es más fácil de quitar que el dedo. vs. Si le das chupón, necesitará ir al ortodoncista.
  • Quítale el pecho pronto, entre más grande es más difícil. vs. Nunca le des biberón, dale en vaso.
  • No lo duermas contigo, es muy peligroso. vs. No lo duermas solo hasta que el quiera.
  • Házle una rutina diaria con el baño y el sueño. vs. No lo acostumbres a una rutina muy rígida porque luego no puedes hacer nada.
  • Nunca utilices la palabra «no». vs. Tienes que ponerle reglas desde chiquito
  • Dale de comer cuando él quiera y cómo el quiera vs. Sé estructurado a la hora de darle de comer, que entienda que no es hora de juego.
  • Cómprale andador vs. Déjalo en el suelo, aunque se golpee.
  • Invierte en pañales de tela y lávalos con detergente biodegradable vs. no lo acostumbres a los pañales (desechables) más caros, porque luego no podrás ponerle de otros.

Sinceramente la lista es interminable, porque a cada quién nos han dicho diferentes cosas (y seguirán), lo importante es que cada pareja tenga claras sus ideas y que se documente al respecto.

Por supuesto que en cada casa tenemos cosas que si estamos dispuestos a probar con nuestros hijos y otras que por nada queremos experimentar. Hay estudios recientes, actualizados, que indican que lo mejor es que los niños no se cansen de llorar y se resignen sino atenderlos, igual que demuestran que el uso de andadores es peligroso y no promueve el gateo (que es muy importante), además de acostumbrarlos a caminar de cierta forma que después no es beneficiosa para ellos. También sabemos que usar pañal de tela es mejor para ellos, para su piel y para el planeta.

Pero.

Hay familias a las que sus características no les permiten darse el tiempo lavar pañales de tela, que la ecología no les importa (tristemente), que los dejan llorar porque quieren cierta estructura y así creen que es mejor conseguirla, que les compran andador porque ellos lo utilizaron y no vieron nada malo al respecto, que les compran comida hecha en vez de hacerla en casa y no han tenido ningún problema (ni antecedentes de alergia en la familia). Que dan fórmula porque no pudieron, por las razones que sean, amamantar. Que los duermen con chupón porque es lo único que les ayuda.

Tampoco se trata de decir que todo está bien y se vale todo porque no es así. Ser flexibles es una cosa y ser irresponsables es otra. Si vamos a arriesgar a los bebés en determinados momentos (con juguetes, andadores, mientras gatean por la casa, comiendo cosas que tal vez puedan ocasionar reacciones, dejándolos en la cuna mientras nos bañamos, etc.) tenemos que estar conscientes de los riesgos y preparados para enfrentarlos, al menos en teoría. Saber qué hacer si algo saliera mal.

Lo más importante es que esa lista de qué si hacer y qué no hacer al momento de tener a nuestros críos con nosotros no puede ser fija porque ninguna familia es igual a la otra. Además de tener bien claro que todos batallamos. Para nadie la crianza es un proceso fácil. Tomemos la opción que sea de la lista, vamos a tener dificultades, porque es parte de la vida. Pero es importante ir experimentando para ver lo que nos funciona a cada quién. Con rutina o sin, colechando o no. Es indispensable probar y quedarnos donde nos sintamos cómodos.

Qué más quisieramos que poder pasarle a nuestros hijos toda la información que ya tenemos y de esa forma llenarlos de sabiduría y ahorrarles muchas penas. Pero no es posible. Así como nosotros seguimos aprendiendo a base de ensayo y error, de igual forma ellos tendrán que equivocarse muchas veces. Nuestra guía servirá para ayudarles un poco en el camino, nada más. Y en el mejor de los casos, ese camino habremos de disfrutarlo todos los involucrados.

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¡Gracias por leer!

*Ilustraciones de Andrea Musso y Luisa Uribe

¿A quién escuchar?

La cantidad de información que recibimos hoy en día, sobre cualquier tema, sobrepasa por mucho la que se recibía hace 10, 20 o más años. Los niños hoy en día ya no van a la papelería por sus estampas para copiar lo que venía atrás, ni tienen enciclopedias en su casa, los papás antes de llamar al doctor googleamos todos los síntomas del hij@ y ya que nos da un casi ataque por las fatales posibilidades optamos por llamar para hacer cita, o bien mandar un whatsapp a los pediatras modernos.

Pues bien, en esto de ser padres el bombardeo empieza desde la semana en que se sabe la noticia. La información llega sin que uno la pida y como siempre se da con las mejores intenciones pues no queda más que irse acostumbrando y aprender a ignorar lo que a uno no le convenga.

Pero no es así de sencillo.

Una cosa es que la mamá, la suegra, la hermana, la prima o la amiga que tiene bebé te diga algo así como no queriendo, tratando de ayudar. Y otra es que si haces el intento por informarte ya sea digitalmente o en papelito, la confusión llegará de todas formas.

Para todo hay teorías. Embarazo consciente (¿y el otro es inconsciente?) Parto y crianza con apego (¿y el otro es a fuerza desapegado?). Y así hay un sin fin de términos que ya iremos abordando por separado porque dan para mucho más: Lactancia materna exclusiva, a libre demanda, parto humanizado, violencia obstétrica. En fin, que para todo hay etiquetas y cuando las vamos descubriendo a veces hacen más mal que bien.

Claro que no para todos, hay para quienes encuentran, por ejemplo, la crianza con apego y se identifican completamente con eso. Son felices colechando (osea durmiendo junto con sus críos hasta que cualquiera de las partes decida lo contrario), felices cargando todo el día a sus bebés, dando pecho hasta que sus bebés decidan que ya no quieren más, etc.  Pero para quienes no hemos encontrado una sola teoría con la que nos identifiquemos al 100% la ecuación a veces se complica.

O bueno, nos gustará complicarnos, el caso es ese. Y es básciamente el estilo de crianza que muchos acabamos eligiendo. Libre de etiquetas. Libre de teóricos de cabecera. Pero eso no nos quita la complicación. Porque eventualmente cuando las cosas no marchan como uno quiere llegan las dudas y las culpas y lo que todos los padres nos preguntamos desde el principio

¿lo estaré haciendo bien?

¿debería hacerle caso a x, y o z?

Y cuando empiezan las dudas, no falta el consejo que aplica para todo:

«escucha tu instinto»

¿Mi qué? ¿Cuál? ¿En qué momento se despierta el instinto de la madre y el padre? Porque lo más cercano que uno conoce es el reflejo de cuando se te va a caer el chamaco y lo agarras, pero fuera de ahí el llamado instinto pues como que a veces sale defectuoso. Y uno tarda, un buen rato, en confiar.

Tal vez ese instinto del que los padres experimentados nos hablan es la experiencia, o la seguridad que de ahí vas agarrando. Porque ya pasando unos pocos meses ya por lo menos de repente se nos salen esas frases de «yo sé que le pasa, es mi hij@». Pero al principio… nada.

Resulta entonces muy complicado decidir a quién hacerle caso, sobre todo al inicio cuando hay que tomar tantas decisiones. Desde cómo va a nacer hasta a dónde va a dormir y qué va a comer.

Lo que a los papás chilaquiles las ha funcionado (hasta ahorita que apenas llevamos poco menos de siete meses) es hablarlo todo entre los dos. Cada uno opina lo que le parecería ideal, después repasamos los consejos de la pediatra, los familiares, de amigos y del querido internet y al final decimos a ver pues lo que creo que nos ayudaría para alcanzar el ideal es tal cosa. Y por ahí nos vamos.

¿Estamos haciendo lo mejor para nuestro hijo chilaquil? No lo sé. Pero lo que nos deja más tranquilos si. Yo creo que al final de eso se trata, porque papás estresados difícilmente darán como resultado un hijo muy contento. Entonces esa sería la técnica menos compleja si es que ustedes, como nosotros, no se enamoran de una etiqueta ni se ponen la camiseta para ser un tipo de papás. O tal vez si tenemos un nombre y aún no lo conozco. Si alguien lo sabe, le agradezco me lo presente.

Por lo pronto a seguirnos informando y a seguir ensayando.