A veces las cosas salen mal. O al menos no salen como esperábamos, como queríamos, como nos las imaginábamos. Es parte de la vida, nos pasa a todos. Se vale tener malos días. Pero de repente se van complicando y se convierten en malas semanas, malas rachas. Y uno se va perdiendo.
Con la maternidad es común que empiecen las dudas ¿qué estoy haciendo mal? ¿por qué llora? ¿por qué se enferma? ¿por qué no duerme más horas seguidas? Y si a eso sumamos las pocas horas de sueño y los consejos contradictorios de tantas personas, acabamos dudando de todas nuestras capacidades.
¿Le habré puesto sal a la comida? ¿Mandé el correo? ¿Adjunté el archivo? ¿Le di la medicina? ¿Ya lo cambié? ¿A qué hora se durmió?
Total que si nos descuidamos es muy fácil hundir la cabeza en la almohada y llorar. O bueno, también lloramos viendo la televisión, o en la regadera. Lloramos a veces cuando llegamos con una amiga o cuando alguien nos habla para ver cómo estamos.
Es normal.
Pero nadie nos dice eso.
Si acaso nos dicen que es normal sentirse mal al principio. ¿Pero si ya creció?
También, sigue siendo normal. Son momentos.
La cosa es vivirlos, digerirlos y dejarlos pasar.
Si nos estacionamos en la duda y la culpa perpetua las cosas se pueden complicar, mucho. Deja de ser un sentimiento pasajero para complicarlo todo. La relación de pareja, la relación con la familia, la relación laboral. Pasa de ser un «me siento cansada» o «me siento triste» a un «todo me sale mal».
Es curioso, tenemos a nuestro lado esos pequeños seres indefensos y muchas veces felices, pero con el llanto melódico se nos olvida esa felicidad muy fácil. Se nos olvida que tenemos muchas cosas que están saliendo bien. Se nos olvida que lo estamos haciendo lo mejor que podemos.
Por eso son necesarias las pausas. Es necesario el apoyo. De quien esté ahí para nosotr@s. En mi caso sin el papá chilaquil ya estaría yo con ojeras hasta el suelo y con la locura desbordando sin poder ejercer mi profesión. Igual sin mis amigas que me contestan los mensajes en las madrugadas, que me echan porras y me dicen que lo estoy haciendo bien. Y claro que toda la familia que ve al bebé chilaquil y me dice que está muy bien, que es un niño feliz.
Ahí si se nos olvida que nos sentíamos mal y vamos como pavo real por el mundo. Aunque sea por un ratito.
La cosa es recordar más seguido que todo lo que viene y nos cae encima de repente, así igual, de repente, se irá. Recordar que se vale tener un mal día, hasta nos hacen valorar los buenos.
A veces los niños no quieren comer, no quieren dormir, tienen ganas de llorar. A veces el dinero no alcanza, la ropa no nos queda, el cabello se nos ve mal. Pero todo es momentáneo y si nos estacionamos en esa emoción negativa, el momento se alarga por mucho tiempo.
Para esos momentos es muy recomendable tener un plan de emergencia más o menos estructurado:
- Atuendo o atuendos favoritos: Lo siento pero si no sentimos bonito al vernos al espejo la cosa se va poniendo peor. Maquillaje incluido, para quienes les guste, como a mi.
- Amigas de mucha confianza a las que puedas contarles todo, en cualquier momento, con toda sinceridad. No tienen que ser muchas, conforme envejecemos la lista se reduce, pero las que se quedan valen muchísimo la pena.
- Música feliz: Ahí si que depende del gusto de cada quién, pero debemos saber qué música nos pone de buenas.
- Comida apapachadora: De preferencia hecha por nosotras mismas, pero si de plano la situación anímica no se presta o no les gusta cocinar, hay que tener identificado el restaurante de nuestra preferencia y el platillo que amamos. En mi caso, obviamente, son los chilaquiles.
- Calma: Todo pasa, así que tenemos que enfocarnos en pensar eso cuando nos sentimos muy mal, desahogarnos y pensar en que pronto ya no nos sentiremos así.
- Algo que haga felices a nuestros hijos: Sea un juguete, la abuelita, el parque, las caricaturas, la mascota. Lo que sepas que lo(s) pone de buenas, porque el hecho de que estén tranquilos a nosotras nos quita mucho la intranquilidad.
Como siempre no hay fórmula infalible. No todas tienen que hacer eso y no siempre les va a funcionar lo que yo hago. Pero lo que si es cierto es que es buenísimo estar preparadas para todo, así que pueden verlo como tener un botiquín para el alma, traten de que sean frascos medianos porque seguro lo van a usar más de una vez.
¡Gracias por leer!
*imagen de pinterest.com
abrazos chilaquila! ya sabes que pa cuando necesites hablar, aquí te escucho con todo gusto! y pues a sonreir porque toda la familia chilaquil tiene una sonrisota envidiable! Y bueno, ese botiquín es pa toda mujer, con chilaquilitos o sin ellos… a veces queremos ser demasiado fuertes y hay que saber que es normal sentirnos mal, cansadas, tristes, inseguras de vez en cuando 🙂
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Gracias! Y si, así somos. Pero la vida nos va acomodando y aprendemos eso que dices, que es normal y que pasa. Abrazos!
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